sábado, 10 de diciembre de 2011

De cambio climático, paraguas, volcanes y escépticos.




Ahora que nadie habla del calentamiento global, porque con la que está cayendo el personal anda suficientemente caliente, tengo que confesar que yo no creo en el cambio climático. “Ya están estos liberales irresponsables, que no tienen ni pizca de conciencia ecológica” dirán algunos, confundiendo el tocino con la velocidad. Porque mezclar ciencia e ideología es una tontería de libro. Mientras no se demuestre lo contrario, la gravedad funciona igual para liberales y para comunistas. Y eso lo tienen mucho más claro los primeros que los segundos pues, no en vano, era en la antigua URSS donde distinguían entre ciencia revolucionaria y contrarrevolucionaria. Pero, al margen de de que algunos pretendan hacer del clima una ideología propia, lo cierto es que a todos nos gustan los jardines verdes, los ríos con patos y los campos llenos de cerditos y bellotas.

Entrando en harina, yo no tengo muy claro que el clima esté cambiando. Vamos a ver, cambiar sí que cambia, porque unos días “chove en O Grove” y otros “orballa en Baralla” que dirían en Galicia. Pero no me acabo de creer que el grosor de la capa de nieve en Laponia dependa del tráfico de Móstoles. Resulta que por las Canarias sale un volcán que pone verde medio océano, a otro volcán islandés de nombre impronunciable le da por echar humo y paraliza el tráfico aéreo de toda Europa durante un mes, y hace nada unas tormentas solares han estado a punto de achicharrar el sistema de satélites mundial. Pero a los climatólogos les importa un pimiento, lo que nos va a matar a todos es que gastamos mucho en aire acondicionado.

A mí eso de medir la temperatura terrestre y no tener en cuenta lo que sucede con el sol me parece como si, al entrar en la casa del vecino y notarla más calentita que la nuestra, pensáramos que debe ser que está orientada al sur, en lugar de preguntarnos si tiene encendida la calefacción.

Y para más señas, a los científicos del cambio les sale un “Climagate” cada dos años y se descubre que andan mandándose e-mails donde se cuentan unos a otros como apañar los datos para que les cuadren o la forma de esconder el calentamiento de la Edad Media, porque en esa época no había emisiones de CO2. “¡Anda ya!, como van a hacer eso si a ellos les da igual que nos calentemos o nos enfriemos”. Hombre, igual, igual no les da, porque los presupuestos que destinan al Panel Internacional del Cambio Climático y demás iniciativas similares entre la ONU, los organismos internacionales y los gobiernos dan vértigo. Que le pregunten a Al Gore, que se embolsaba un millonada por cada charla que daba a cuenta del clima mientras quemaba combustible como un poseso yendo de un sitio a otro en su jet privado. “No puede ser, los científicos son todos honrados”. Pues sí, como los políticos, los banqueros y los hombres de negocios.

En fin, que yo este año no estoy para preocuparme por el cambio climático porque no pienso vender abrigos ni paraguas. Eso sí, seguiremos manteniendo la calefacción a 21 grados y tirando las botellas al contenedor verde, porque una cosa es ser un escéptico y otra cosa es contaminar de más o ser un irresponsable.

2 comentarios:

  1. El problema es que así matamos la gallina de los huevos de oro.

    Porque de esta historia viven un montón de mangantes: observatorios del cambio climático; conferenciantes; oeneges;...

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  2. Pues se trata de una batalla perdida, querido amigo.

    Ejemplo: hoy le he tomado la lección de "cono" a mi hija de diez años, y todo era conservación del planeta, ecosistemas, salvad a las putas ballenas (que maldita la falta que nos hacen, ¡viva la flota japonesa!),etc.

    Ya sólo nos queda dar combates de retaguardia.

    Pero, mientra pueda, yo seguiré con mi todoterreno de seis cilindros y doscientos cincuenta caballos, y que le vayan dando al protocolo de Kioto.

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