domingo, 9 de octubre de 2011
Programa, programa… ¿programa?
Hace unos meses Mariano planteaba algunas incógnitas… ¿sería capaz de ganar las elecciones alguna vez? Y sobre todo ¿qué pensaba hacer si ganaba?
Ahora se despeja una de ellas. Va a ganar por una mayoría aplastante y sin oposición porque Rubalcaba, la joven promesa, va a quedar peligrosamente cerca de los 100 escaños. El problema es que sigue sin decirnos qué va a hacer cuando gane y por ahí andan, unos y otros, reprochándole la falta de programa. Aunque no tengo claro que eso sea un problema. ¿Es que no podemos vivir sin las típicas “100 propuestas electorales”? ¿De verdad que con la que está cayendo, dentro y fuera de casa, pensamos que con promesas y palabras se va a arreglar la situación? ¿Necesitamos fórmulas mágicas escritas en un pergamino para salir de ésta?
Yo no sé si Rajoy sabe lo que se trae entre manos, pero estoy seguro de que lo que tenemos no vale para arreglar la situación, y que hace falta un cambio radical. También estoy convencido de que no hay fórmulas mágicas. Hace falta una regeneración completa del país y eso no se consigue con un programa electoral. Necesitamos poner fin a los excesos del pasado y a los errores de quienes se creían capaces de gestionar la economía y todo lo demás desde una pretendida superioridad moral, que ha acabado con agujeros en las cuentas y tratos en las gasolineras.
Es posible que el líder del PP no tenga soluciones mágicas, pero en un mundo interconectado, complejo y en plena transformación hay que desconfiar de quienes las tienen. Obama prometía de todo, incluso que sí que podían, y por ahí anda echando la culpa de su incapacidad a todo el mundo menos a sus fallidos programas de despilfarro, mientras sus conciudadanos pierden su confianza en ese Flautista de Hamelin moreno. Nuestro ZP no sólo tenía la solución, es que ni siquiera tenía problema. El Aznar de los últimos tiempos, el que se lo sabía todo, hizo muchas más tonterías que el que abordó la crisis anterior desde la modestia y la constancia.
Cierto que la gente necesita creer en algo para ponerse en marcha, y que el nuevo presidente tendrá que infundir a la gente esperanza, combustible espiritual necesario para hacer el camino. Pero la solución tiene mucho más que ver con el trabajo, la austeridad y la recuperación de valores que con fórmulas magistrales administradas por los políticos.
Así que habrá que dejar de esperar que nos resuelvan la crisis y ponerse manos a la obra para tratar de resolver cada uno la parte que le toca. Y, cuanto antes empecemos, antes terminaremos el trabajo entre todos, porque los que no sean parte de la solución son parte del problema.
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A mi es que Mariano-Dios-nos-asista no me parece ni carne ni pescado.
ResponderEliminarEspero equivocarme.