Hace poco hablaba con un conocido sobre China, el coloso del futuro, o del presente según muchos. Aparte de las cifras relativas al intercambio de divisas, la posición del yuan y otras cuestiones monetarias en las que me pierdo, manejaba datos que parecen impresionantes: segunda economía mundial, crecimientos del 10%, más de un millón de millonarios valga la redundancia, etc.
Pero como decía Enmanuel Todd, en su ensayo sobre la descomposición de la URSS “La caída final”, no pueden creerse a pies juntillas los datos facilitados por regímenes que se esconden. Y China no es un país transparente, por lo que la realidad allí seguramente es peor de lo que nos intentan hacer creer.
A pesar de eso, podemos opinar basándonos en los datos contrastables que tenemos. Y el análisis de los mismos da un panorama demoledor ¿Qué opinaríamos de un país occidental con una renta per cápita inferior a la de Túnez pero con más millonarios que Alemania e Inglaterra juntas; gobernado por una dictadura presidida por un señor de 70 años; con menos derechos laborales que el proletariado industrial de Manchester en el S. XIX; con censura en Internet y una burbuja inmobiliaria traducida en incrementos de precios de vivienda urbana superiores al 800% en la última década? Probablemente pensaríamos que apesta y que es caldo de cultivo para tensiones sociales, revoluciones y problemas de toda índole.
Pues curiosamente, cuando hablamos de China decimos “ohhh” con voz de asombro, y hablamos de la decadencia de Occidente ante el tigre asiático, que estaba dormido y se ha despertado. El tema de los tigres asiáticos no es nuevo. Así llamaban hace más de 30 años a los entonces países emergentes (Taiwan, Hong Kong, Singapur y Corea) a los que se le fueron limando las garras a medida que sus ciudadanos comenzaron a demandar condiciones de vida equivalentes a las de los occidentales.
Predecir el futuro de China excede con mucho mis capacidades, aunque presiento que está más cerca de la decadencia que del auge. Es lo que opina Mike Shedlock, reconocido analista de EEUU que anticipó el crash de 2008, según el cual "China no es un motor de crecimiento en ningún sentido real de la palabra. Por el contrario, China necesita desesperadamente la demanda de EEUU y Europa. Es más, China se está recalentando y encima tiene una enorme burbuja inmobiliaria".
Cierto que los chinos están cada vez más presentes en nuestras ciudades, pero yo apostaría más por que serán asimilados por nuestra cultura que por que nos impongan la suya. Además, no sería malo que tomáramos nota de su capacidad de trabajo antes de que se les pasen las ganas.
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