viernes, 7 de octubre de 2011
De gacelas y miedos.
¿Otra de miedo? Qué pesado es este tío dirán algunos. Y es posible, pero el problema es que estos días anda todo el mundo asustado, y eso no es bueno para el negocio. Emilio Duró, al que muchos conocéis, dice un par de cosas interesantes sobre el miedo.
La primera es que lo único cierto es que todos vamos a palmarla. Y cuando se asume eso, se pierde el miedo a cosas como la llegada del fin de mes, los impagos de clientes o las rebajas del sueldo a funcionarios. Nada de lo que nos está pasando es tan importante como para impedirnos tratar de disfrutar del resto de nuestra vida.
La segunda va sobre gacelas. Cuando en la sabana los leones (bueno, las leonas que son las que curran allí) atacan un rebaño de gacelas, éstas corren hasta que una de ellas, normalmente la coja, es cazada. Después, las demás paran y siguen pastando, porque saben que los leones no son peligrosos hasta que vuelvan a tener hambre. Si el rebaño fuera de hombres, no pararían cuando se zamparan al primero, pensando en cosas como: “¿Y si se quedan con hambre?”, “¿y si me tienen tirria?”,"¿y si viene otro leon?". Y seguirían corriendo y sufriendo, agotados y muertos de miedo, en lugar de pastar y disfrutar de la tregua. Así, el hombre es el único animal que se pasa la vida temiendo cosas que no han pasado y que, en un 90% de los casos, no van a pasar: “¿Y si me arruino?”, “¿y si me despiden?”, “¿y si no puedo pagar la hipoteca?”. Cuando pase, si pasa, será el momento de afrontarlo, pero no anticipemos nada.
En conclusión, no se admiten quejas hasta que te hayan comidos por los leones. Y exclusivamente durante el período de luto porque, como dice la frase, “caer está permitido, levantarse es obligatorio”. Ya hemos pasado bastante miedo sin motivo, así que vamos a disfrutar que estamos en pie y, eso sí, espabilar para no convertirnos en gacelas cojas.
Echemos el resto, pero mirando el futuro sin miedo, y disfrutemos de lo mucho o poco que tenemos. Sobre todo porque a los más importantes los tenemos en casa y no podemos fallarles. Igual que los marinos en la tormenta vuelven sus ojos al capitán en el puente, los ojos de los nuestros están pendientes de nosotros en este temporal. Y para llevar el barco a puerto debemos dejar los temores y asir el timón con la mano firme y la mirada en el horizonte.
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