miércoles, 22 de junio de 2011
La balsa de la Medusa
Escribir en estos días de motivación, proyectos o lo que sea, con la que está cayendo en todos los aspectos, queda como fuera de tono. Es difícil hablar de empresa o de negocios cuando lo que se precisa es una profunda regeneración política y moral, sin la cual es difícil que se materialice el bienestar económico.
Son momentos de cambio, pero de un cambio que promete ser amargo y duro. Y no tanto por los esfuerzos pendientes de hacer, como por la resistencia de los que no se resignan a ceder el timón. Impresiona la forma en que el mismo gobierno que nos está llevando a la ruina, se aferra a cualquier cosa para mantenerse en la palestra un segundo más. Ver a ZP pactar con quien sea, y a costa de lo que sea, con tal de llegar al final de una legislatura que ya está agotada es simplemente alucinante. Rubalcaba, tratando de utilizar en su beneficio a los indignados, que pasan de él y de todos nosotros, es patético. Y oír en Extremadura apelaciones a la Guerra Civil a fin de impedir que gobierne el partido más votado es lamentable.
En 1916 Shackleton hizo un viaje de 1.500 km por el Atlántico Sur en un bote de poco más de 6 metros de longitud para salvar a sus compañeros del Endurance. Increíblemente lo consiguieron, guiados por un pequeño sextante, a pesar de luchar contra olas gigantescas y los hielos polares.
Un siglo antes, la Medusa, una fragata francesa, naufragó a sólo 60 km de la costa africana. Parte de la tripulación tuvo que buscar su salvación en una balsa construída a toda prisa. Desquiciados, sedientos y hambrientos, sólo 15 de los casi 150 náufragos sobrevivieron para ser rescatados. Los demás fueron asesinados o arrojados por la borda por sus propios camaradas, muertos por inanición, o se arrojaron ellos mismos al mar en su desesperación, en un episodio que los llenó de vergüenza, a ellos y a su país.
El gobierno y su partido, con honrosas excepciones que también se han manifestado estos días, cada vez más son un reflejo de la balsa de la Medusa. Espero, por nuestro bien, que se hundan pronto y no nos lleven con ellos al abismo.
Los demás tendremos que hacer un viaje en medio de la tormenta sin líderes de la talla de Shackleton. Pero seguro que la travesía no será tan difícil como aquella, y que entre todos lograremos llevar el bote a puerto.
“Ad astra per aspera”.
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