La estimación, por el Sindicato de Técnicos de
Hacienda (Gestha), de las cifras de economía sumergida en España, ha hecho
saltar las alarmas y la sorpresa. Alarma por el volumen de negocio no declarado que, al margen de la exactitud de una
cifra que mide precisamente lo que se le ha escapado a dichos técnicos, asciende
nada menos que al 25% del PIB. Sorpresa al
comparar las cifras de economía sumergida de la comunidad más rica, Madrid, con
un 17% y de la más pobre, Extremadura, que casi la duplica con un 31%.
Las explicaciones barajadas por
dicho sindicato son la corrupción, el desempleo por la caída de la construcción,
los altos impuestos y la falta de transparencia pública. En cuanto a las diferencias
entre comunidades, hablan de la concentración en Madrid de las grandes fortunas
y empresas del IBEX, que disfrutan de exenciones fiscales y tributan en la
capital, mientras producen y defraudan en las restantes regiones.
Vayamos por partes. Es evidente
que los altos impuestos son la causa principal de la economía sumergida. Como
bien se dice, “no habría paraísos fiscales si no existieran los infiernos
fiscales”. Y España, por obra y desgracia de Montoro, es el primer infierno
fiscal de Europa. En cuanto a las restantes causas que se aducen habría mucho
que discutir pues, a fuerza de ser políticamente correctas, rayan en el
disparate.
Decir que es desempleo produce
economía sumergida es una tontería solemne. Cómo la inactividad
va a producir economía sumergida? Quien no hace nada, no produce economía de
ningún tipo. “Pero es que muchos desempleados trabajan en negro”, alegarán
algunos. Cierto, pero entonces no es el desempleo la causa, sino las
subvenciones a los falsos desempleados, que trabajan en B para no perderlas.
En cuanto a las exenciones de las
grandes empresas, resulta increible que un técnico de Hacienda confunda
tributación a tipos reducidos o beneficios fiscales con economía sumergida, que
es aquella que no tributa a ningún tipo porque no se declara.
Pero mucho más lo es no caer en la cuenta de que las grandes empresas no
son los grandes defraudadores, entre otras cosas debido a que, precisamente por sus beneficios fiscales, no necesitan defraudar. Alguien conoce a un solo cliente de Telefónica,
Endesa o Iberdrola que pague en negro la luz o el teléfono? Acaso en la cola de
Zara, DIA o El Corte Inglés ofrecen al comprador no cobrar el IVA si se compra
sin ticket? Existe algún empleado de Mercadona o Ferrovial en España que cobre
en negro? Ni siquiera hace falta salir del estudio de Gestha para darse cuenta de la falacia, pues
en Extremadura no operan las grandes empresas del IBEX, sino funcionarios, pymes
y desempleados.
Por eso, mejor dejarnos de
tonterías e ir a la verdadera clave del fraude, que no es otra que defrauda a Hacienda quien no tiene nada que perder al defraudar. Y
el autónomo o PYME, frito a impuestos y cotizaciones aunque
pierda dinero (es atroz que se retenga el 21% de sus ingresos a quien empieza
una actividad aunque tenga pérdidas) no tienen nada que perder defraudando. Porque,
si pagaran la totalidad de tributos y cotizaciones que les exigen quienes no tienen ni idea de lo que es emprender, aunque
se les llene la boca con esa palabra, cerrarían antes de empezar a ganar un
euro. Tampoco el desempleado del andamio, que cobra indefinidamente una prestación
por desempleo, va a renunciar a hacer chapuzas en B si darse de alta supone dejar
de percibirla y pagar cuotas de autónomo, a las que no puede hacer frente.
Así, resulta una paradoja que el
mismo poder que penaliza el trabajo legal y subvenciona la economía
sumergida, se sorprenda de que ésta exista. “Falta conciencia ciudadana”, dicen
sesudos catedráticos y políticos con
labia. Son los mismos que, con cargo a nuestros impuestos, no renuncian a
sueldazos ni coches oficiales, a enchufar a familiares y amigos, y a corromper los
contratos públicos, una fuente innegable de economía sumergida.
A muchos no les gustará esta
explicación, pues es más fácil echarle la culpa del
fraude a los ricos que al gobierno y los modestos. Pero es la única explicación
posible a que Extremadura tenga el doble de economía sumergida que Madrid.
Ante esto hay dos alternativas. La
primera es disminuir la presión sobre PYMES y autónomos, y restringir las
prestaciones a quienes no producen, pero eliminando las cargas que impiden su
incorporación a la economía legal. Al mismo tiempo, dar ejemplo de moralidad,
evitando el despilfarro y persiguiendo de verdad la corrupción. De esta forma
se conseguirá que aflore el dinero de quienes defraudan porque no tienen otra
alternativa. La segunda es seguir estrujando e intimidando a quienes están al
borde de la asfixia, para sostener un estado elefantiásico, mientras se
reparten migajas, en forma de subsidios y subvenciones, para comprar votos y perpetuarse en el poder.
Mucho me temo que la ceguera de
nuestros políticos les hará seguir la segunda opción. Pero se equivocan al
pensar que así acabarán con el fraude. Pues, como sabe cualquier
estratega mediocre, cuando al “enemigo” no se le da ninguna opción, solo cabe esperar
una defensa a muerte. Y, la defensa de quien no puede mantener a su familia si paga
unos impuestos abusivos e injustos, no es otra que sumergirse y dejar de pagarlos.
Gracias por este gran artículo, me ha encantado.
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