Un largo lustro años ha transcurrido desde que en el verano de 2007 la crisis de las subprime en Estados Unidos desató una tormenta financiera que todavía planea sobre nuestras cabezas. Y, de la misma manera que en 1977 el vuelo 571 de la Fuerza aérea Uruguaya se estrello en los Andes con el equipo de rugby de los Olds Christians, el sector empresarial se estrelló contra una cordillera compuesta por la falta de liquidez, los impagos correspondientes y el parón de la demanda. El impacto fue brutal y muchos empresarios dejaron sus restos esparcidos por toda la geografía española, como el avión Fairchild dejó los suyos por la cordillera andina.
La forma en que el resto ha conseguido sobrellevar estos cinco años es digna de encomio. Entre una parada en seco de proyectos y pedidos, un gobierno que se negó a reconocer el problema y cuando le obligaron a acometerlo buscó soluciones lejos de donde estaban, unas administraciones públicas que gastaban sin tasa creyendo que escamparía mientras dejaban de pagar a su proveedores, y unos bancos en la ruina que negaban el pan y la sal a empresas viables para tapar sus propias miserias, la tarea de sobrevivir en esas condiciones imposibles solo estaba a la altura de los más duros.
A pesar de todo muchas firmas, como no sabían que era imposible hacerlo, han conseguido superar las adversidades. Las condiciones en que llegan a estas etapas de la aventura son lamentables: flacas, febriles y sin acicalar. Aunque también sin un gramo de grasa superflua y con una experiencia y una determinación que ya nos les va a hacer detenerse ante nada.
Ahora hay motivos para pensar que las cosas están cambiando. Han llegado las primeras ayudas de emergencia en forma de pagos de la administración a proveedores, y el rescate de Europa a los bancos (o a España o lo que sea, porque al empresario le importa un comino que sean galgos o podencos) abre la esperanza a que por fin, fluya el crédito que es la savia empresarial. Y aunque son impresiones, las compañías empiezan a creerse que hemos tocado fondo, y cuando se toca fondo solo queda ir hacia arriba. Aun circulan algunas empresas zombis que están muertas y no lo saben, sobre todo en el sector del ladrillo, y otras desgraciadamente van a morir a cinco metros del oasis, porque el verano tiene más peligro que un Miura para el autónomo que no viva del turismo.
Pero se empiezan a notar síntomas de que el sector privado, el que debe sacarnos del atolladero, está reaccionando lo que se traduce en un aumento de emprendedores, sobre todo en sectores de valor añadido lejos de los tradicionales como la construcción. Y muchos más tendrán que venir a conquistar el nuevo Oeste que ofrecen los cambios permanentes derivados de esta crisis y las nuevas oportunidades que traen consigo. Bien, no es el momento de quedarse parados porque el mundo se está moviendo muy deprisa. Cojamos las raciones de emergencia y alejémonos de los restos del accidente cuanto antes, para cruzar las cordilleras tras las que está la salvación.
¡Qué buen año escogí para hacerme emprendedora!
ResponderEliminarY lo digo en serio: he llegado hasta aquí viviendo con alegría (que no sin sobresaltos) y si ahora lo bueno/nuevo está por llegar... ¡viva!
Empezar en 2007 fue la mejor opción: si lo hubiese retrasado, lo mismo no hubiera arrancado, y si hubiese vivido las últimas mieles de la época buena, al llegar el parón de aquel septiembre me podría haber desanimado y rendido, abandonando mi proyecto.
Pues eso, el momento es el que es, y depende de uno mismo más que de lo que hagan los demás.
Dios te oiga muchacho. Recuerda que aquellos se zamparon unos a otros y solo dos tuvieron la determinación, el arrojo y la resistencia de salir de la cordillera. Eso fue lo que salvo a resto. ¿Y donde están esos dos lideres españoles que nos sacaran del hielo?.
ResponderEliminarSaluditos.
Además de cruzar las cordilleras hay que saltar una empalizada: la formada por las Administraciones Públicas.
ResponderEliminarY esa empalizada está defendida por una monstruosa regulación, llena de trámites, requisitos, obstáculos...
Sería buena cosa llevar dinamita.