La minería siempre ha tenido un halo de romanticismo y épica que convertía a sus actores en héroes. Vale que eran unos héroes comunistas o anarquistas, y que de vez en cuando se revolucionaban y armaban alguna a base de dinamita. Pero todo se le podía perdonar a quienes arriesgaban sus pulmones y sus vidas metidos bajo la tierra, para arrancarle el carbón, preciado mineral base del desarrollo industrial.
Mas el maldito progreso, que se lleva por delante todo aquello que huela a leyenda, ha cambiado las cosas. No es que hayan dejado de ser comunistas, que en eso siguen erre que erre, sino que su heroicidad se reduce cambiar el mando del canal, en tanto disfrutan de una de las miles de reconversiones que han hecho que cada minero cueste un Congo a los españoles, mientras su productividad se equipara a la de Kiko Rivera. Hoy nadie sabe lo que es la silicosis o el gas grisú, y los pulmones de un minero rivalizan en salud con los de un senderista. No tengo nada en su contra y en la ducha destrozo la canción de Antonio Molina. Pero cuando creen que sus reivindicaciones les dan derecho a provocar accidentes ferroviarios, cruzando sin previo aviso troncos de árbol en las vías, empiezo a añorar a la Guardia Civil a caballo.
Va a ser que el signo de los tiempos nos ha convertido en gatos pancistas, gordos y acomodados. Y cuando pintan bastos, en lugar de recuperar el instinto que hace al felino salir por los tejados a buscarse la vida, lo que hacemos es maullar de indignación, pero sin alejarnos mucho del cojín favorito, pidiendo que nos rellenen el plato de comida.
La crisis, como las fundiciones, está creando distintos tipos de aleaciones. Héroes de verdad, que se han volcado en ayudar a los que están en peor situación. Una mayoría, que ha afrontado la nueva tesitura con valentía o con resignación, cambiando desde sus trabajos o hábitos de consumo hasta su país de residencia. Y un subproducto, compuesto por una multitud que se indigna en nombre de todos, pero no aporta más que ruido y problemas, ya sea armados con cascos o con perros y flautas.
Por supuesto que en España han sucedido cosas motivo de indignación, y no debemos renunciar a pedir cuentas a los responsables, muchos de los cuales, por cierto, tratan de hacer que olvidemos su culpa señalando con el dedo a los demás. Pero si queremos salir de ésta no basta con mover las lenguas, sino que deberemos hablar con nuestras manos. Porque, como dice un proverbio, “somos lo que hacemos, no lo que pensamos o lo que sentimos”.
Más que nunca, "ad astra per aspera!"
Ayer, la dueña de la mercería en la que yo estaba, comentaba con cierta guasa que consideraba que el gobierno debía subvencionar también a las merceras, que estaban en grave peligro de extinción ...
ResponderEliminarque verdad es todo lo que dices ! me repugna la gente que cacarea sin más !
EliminarLo comparto, qué fácil escribes lo que yo pienso..
EliminarTodo en la vida cambia y no iba a ser menos la minería. Es verdad que ser minero no es lo que antaño se podía ver, caras negras unidas a pulmones cargados de grisú y jornadas de 18 horas dentro de la mina. Todo evoluciona y los mineros deberían ir modernizándose para que sus costes de producción fuesen menores( se supone que es tarea del patrón)pero no es menos importante su reivindicación para intentar conservar sus puestos de trabajo como cualquier hijo de vecina. Mucho más caro le sale a España este grupo cerrado de ineptos que nos han llevado a la bancarrota técnica y han dejado sus bancos y empresas al borde del precipicio que ahora con nuestro sacrificio debemos reflotar. ¡¡¡BUENOS DÍAS!!!
ResponderEliminarTodas las reivindicaciones son legítimas Miguel, dentro de la ley. Cuando se delinque descarrilando un tren y provocando heridas graves a uno de los pasajeros (que igual podía haber muerto) no se puede pedir la comprensión de los demás en base al histórico. Sobre todo, porque en estos tiempos difíciles muchos han perdido sus puestos de trabajo y están buscando otro, en lugar de crear disturbios. Buenos días y bienvenido al blog.
ResponderEliminarPrecisamente, uno de los motivos de que nos cueste salir de la crisis es el empeño en mantener actividades improductivas a costa de transferencias de renta de los "memos" que nos pasamos todo el maldito día produciendo.
ResponderEliminarUn día "me se van" a hinchar los dídimos y voy a cerrar el chiringuito, y que trabaje otro.