El tema Bankia es la crónica de una muerte anunciada. Hace meses escribía en este mismo blog que “los marrones inmobiliarios no se crean ni se destruyen, solamente se endosan”. Pero alguien se empeñó en saltarse ese principio por medio de otro de rango superior según el cual “si juntas siete marrones el resultado es un jardín con flores”. Y así pretendieron crear una entidad solvente juntando los agujeros negros de Caja Madrid, Bancaja y el resto de cajas quebradas que se agruparon en ese mamotreto. El resultado, como no podía ser de otra forma, ha sido un enorme marrón.
Pensar que cerrando unas oficinas e integrando los sistemas informáticos de las cajas de Bankia se arreglaría un problema de activos tóxicos por importe superior a 12.000 millones de euros (dos billones de las antiguas pesetas) es como querer pagar las letras del coche nuevo dejando de comprar el periódico. Pero, en lugar de utilizar el sentido común, los gestores del sistema bancario utilizaron el criterio de que “el tamaño es lo que importa” sin darse cuenta de que eso, al menos en banca, es una necedad.
Lo que hace falta no es tamaño sino trabajo riguroso y constante. Buena prueba es un pequeño banco extremeño, Banca Pueyo, que no se dejó seducir por los cantos de sirena del ladrillazo y, como la aldea gala de Asterix, resiste siempre al invasor siendo un ejemplo de solvencia. Su secreto? El conocimiento y la atención personalizada a sus clientes y no prestar dinero a quien no lo puede devolver, basándose en el elemental principio de que eso hace un flaco favor al prestatario y a los prestamistas, que no son otros que los impositores de la entidad.
Volviendo a Bankia, podría tener sentido la operación si se tratara de juntar los problemas de sus componentes, poner en la calle a todos los gestores y políticos (depurando si es necesario sus responsabilidades penales) y proceder a intervenirlo de golpe, evitando intervenciones sucesivas que a la postre podrían acabar de sembrar el terror en nuestro sistema financiero.
Pero crear un muerto de ese calibre para endosárselo a pequeños accionistas (el BBVA salió corriendo en cuanto le mostraron el anzuelo) mediante una Oferta Pública de Venta es lo más parecido a una estafa que se despacha. Eso sí, estafa avalada por el Banco de España que ha validado los balances tramposos de las entidades fusionadas, y de la CNMV que ha aprobado el folleto con la OPV. Un regalo más de Zp, aquel que decía que teníamos el sistema financiero más solvente del mundo, al que le deseo tanta gloria lleve como paz ha dejado.
Veremos como acaba esto, porque como me decía un abogado de un prestigioso bufete “es un buen embrollo y ahora hay algunas cosas que reclamar.”Al final la conclusión es que no hay atajos y el cáliz de la deuda pública y privada se va a apurar hasta las heces. Lo único que espero, sentado eso sí, es que cada palo aguante su vela y las pérdidas se imputen a los responsables de la quiebra financiera del país y no a los que pasaban por allí. Y confiemos en que se empiece a ver el fondo del vaso.
“Ad astra per aspera”.
Muy aleccionador el artículo, amigo Juan Luis. Con unos ejemplos que entran por los ojos. Me quedo con dos que me parecen dos joyas:
ResponderEliminar"Si juntas siete marrones el resultado es un jardín con flores."
"Es como querer pagar las letras del coche nuevo dejando de comprar el periódico."
Un cordial abrazo.
Alguien puede explicarme que rayos es eso de las "Fusiones frías". Menos mal que esta papa estado que para otra cosa no tendrá pero para limpiarle el culo a los malos gestores para eso si tiene.
ResponderEliminarSaluditos.
Las fusiones frías son la forma de que los gestores que han arruinado una caja hagan como que lo están solucionando sin que ninguno de ellos tenga que renunciar a su puesto (y sus retribuciones)en el consejo rector, Zorrete. Trucos de trileros vamos. Un cordial saludo.
ResponderEliminarLo más gordo de todo esto es que los causantes del estropicio han estado pasando por genios durante mucho tiempo.
ResponderEliminarVoy a ver si me postulo para el premio Nobel de economía, como el Krugman ese.