miércoles, 7 de septiembre de 2011
España no es un país laico
Hay un gran interés, sobre todo a raíz de la JMJ, en propagar la idea de que España es un país constitucionalmente laico, y que eso significa que las manifestaciones religiosas públicas deben estar poco menos que sujetas a autorización del poder político. Por supuesto, el Estado no debe gastar un euro del presupuesto en nada que tenga que ver con temas de conciencia religiosa, ni directa ni indirectamente. Como consecuencia, la policía puede garantizar el orden en un partido de fútbol o en un concierto de rock, pero no puede en cambio regular el tráfico o velar por la seguridad en una concentración de creyentes. -Nooo con mis impuestos! Gritan indignados algunos, incluso los que jamás pagaron impuestos.
Como contra el desconocimiento el mejor antídoto es la lectura, aconsejo leer un par de apartados de nuestra Constitución, concretamente del artículo 16 del Título II, donde se recogen nada menos que los Derechos Fundamentales de los ciudadanos españoles. Dicho artículo, tras señalar que “se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades”, alude expresamente al catolicismo (el objeto de las mayores fobias antirreligiosas) diciendo que “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.”
Así pues, una cosa es que el Estado español sea aconfesional, como señala el propio artículo 16 cuando establece que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, y otra bien distinta es que no tenga que intervenir activamente en garantizar la libertad religiosa de sus ciudadanos. Como hemos visto es la propia Constitución la que impone a los poderes públicos el deber de cooperar con las distintas confesiones con mención especial de la Iglesia Católica, lo que tiene todo el sentido en cuanto hablamos de la fe que profesa el 70% de la población, según revelan las encuestas más recientes.
Pero es que en la mayoría de los países más avanzados democráticamente (el caso USA es paradigmático) los dirigentes políticos no tienen ningún complejo en dar muestras públicas de fe, sin que ello suponga que están sujetos a los dictados de la jerarquía eclesiástica. En conclusión, dejemos las proclamas anticlericales porque los únicos españoles que nominativamente tienen la condición de laicos son los habitantes de Galicia, es decir los galaicos.
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