jueves, 8 de septiembre de 2011

De salvadores de la Humanidad



El domingo pasado la presidenta del FMI Christine Lagarde, después alertar sobre la posibilidad de una recesión mundial, manifestaba a los periodistas alemanes: -"Todavía podemos evitarla. Las posibilidades de los Gobiernos y de los bancos centrales son algo menores que en 2009, porque ya han disparado buena parte de la pólvora. Pero si los Gobiernos, organizaciones internacionales y bancos centrales trabajan juntos, la evitaremos.”

Las manifestaciones de esta mentecata, que todavía no ha explicado en qué se fundaba para hacerlas, unidas a las del presidente del Banco Mundial el día anterior, provocaban un pánico que daba lugar a un nuevo “lunes negro” en las bolsas mundiales.

Pero lo que más mosquea es que no le otorga ningún papel a las empresas en la solución de la crisis. A ninguna, grandes o pequeñas, constructoras, energéticas, tecnológicas, de automoción, grandes superficies, aseguradoras, financieras. Aquí ni Google ni Apple, ni el Deutsche Bank, Toyota o GM, ni Du Pont, Wal-Mart o Exxon, ni las españolas como Sacyr, Inditex o Repsol tienen nada que hacer para evitar una recesión. Por supuesto que los emprendedores ni se consideran. En el momento en que esta señora se ponga de acuerdo con otros burócratas como ella saldremos de la crisis.

Lo preocupante no es la dificultad de poner de acuerdo a los tipos que dirigen los organismos internacionales, cobrando unos sueldos indecentes a cambio de una responsabilidad nula. Lo peor de las declaraciones de la susodicha es que demuestran tal falta de perspectiva que hacen dudar seriamente de su capacidad para sacar adelante la tarea que ella misma se ha impuesto. Así, lo que destaca es su autosuficiencia y su capacidad para mirarse el ombligo. Bien es cierto que al menos se mira el propio, a diferencia de su predecesor, el golfo de DSK, que se fijaba en los de todas las que se le ponían por delante.

Por suerte las empresas y los emprendedores se bastan para sacar adelante la economía mundial sin necesidad de la tutela de los organismos internacionales, a los que les aplica el mismo principio que a los libros en las estanterías, “cuanto más altos, más inútiles”. Bienvenidas sean las actuaciones de los gobiernos si ayudan a que el sector privado funcione de forma eficiente y cree el nuevo modelo económico que ha de sustituir al que está agonizando. Pero esas actuaciones deben consistir mucho más en quitar las trabas que impiden girar a las ruedas del carro que en pretender conducirlo desde el pescante. Que no olviden que el sector privado, del que por cierto salen los recursos para mantenerles, no funciona de forma eficiente cuando se le pretende dirigir desde el poder.

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