Después de un año duro pero
gratificante, nos tomamos unas vacaciones blogueras hasta septiembre. Las otras
tendrán que esperar todavía. Salvo que
nuestros inestimables políticos y personajes públicos perpetren alguna patochada
digna de un post especial, os libraréis de mí por una temporada. Gracias a todos
los que seguís este blog y… see you in september.
domingo, 30 de junio de 2013
See you in September!
Libertad, libertad, sin ira.
En estos tiempos somos testigos indiferentes
de sucesos que, no hace tantos años, nos llenarían de indignación o, al menos,
de perplejidad. Desde el asalto de Hacienda a un restaurante en pleno horario
de comedor para precintar la bodega, a la imposición de una multa de 300 euros
a un niño de 6 años por saltarse un stop en bicicleta. O, como me contaban hace
pocos días, el interrogatorio de la policía local a un joven de 17 años, denunciado
por un camarero tras darle un sorbo a un vaso de sangría.
Y así, nos parece normal la
injerencia absoluta del Estado en nuestras vidas, con burócratas, recaudadores
o policías entrando hasta la cocina en parcelas donde nunca pintaron nada. Sorprende
el abuso, cada vez mayor, de los entes públicos en el uso de sus potestades, con
una absoluta relajación en el respeto a las garantías de los derechos ciudadanos. No
hay más que ver cualquier expediente sancionador actual, dictados masivamente y
sin tener en cuenta hechos o circunstancias. Quizá la razón esté en que el
Estado no ha hecho sino ocupar el terreno que le ha cedido una ciudadanía
blanda que, a cambio, lo espera todo de él, desde un empleo fijo a una entrada
de cine.
Algunos alegarán que frente al
poder se alzan movimientos de rebeldía que manifiestan la indignación del
pueblo, pero ese conato de rebelión es mentira. Los que
salen a la calle no luchan por los derechos fundamentales... la vida, la
libertad, la justicia, sino por unos pretendidos derechos económicos de todo
tipo (desde la renta mínima sin trabajar, a una casa gratis o la cultura
subvencionada) que al final no suponen sino la renuncia a decidir nuestro
propio destino, para ponerlo en manos de quienes nos gobiernan. No se oponen al
poder sino que piden que les cuide mejor o, directamente, formar parte de él.
Pues no nos engañemos, porque ese
estado invasor y amoral no busca nuestro beneficio si no es como medio para
conseguir el suyo propio. Y así, se permite aplicar la ley a quien le interesa,
embargando a un autónomo con problemas de liquidez mientras consiente a una infanta robar, o utiliza sus
potestades sancionadoras para fines ilegítimos, como recaudar dinero.
La crisis no puede ser una excusa
para delegar la responsabilidad sobre nuestras vidas en el Estado porque, ni
los políticos son los únicos responsable de la crisis, aunque hayan tenido un
papel decisivo con sus errores (me tiemblan las carnes cuando pienso en Zp de
infausto recuerdo) ni, lo más importante, son quienes nos van a sacar de ella.
Ha sido el sector privado quien se ha ajustado el cinturón, quien exporta,
quien está devolviendo sus deudas, quien está recuperando la marca España,
mientras nuestros gobernantes, sean estatales, autonómicos o locales, se
muestran incapaces de renunciar al tren de vida público. Somos los ciudadanos
los que estamos creando riqueza, mientras pretenden colgarse las medallas esos
políticos que nunca han creado un empleo, ni ostentado otro que el que
sufragamos los contribuyentes.
Puede que sea tarde, pero confío
en que se produzca una reacción y los españoles decidamos recuperar el control
de nuestras vidas. Porque cuando seamos dueños de ellas recuperaremos, junto
con la libertad, la fuerza moral para decirle al guardia, que pretende sancionar
con 300 euros a un niño de 6 años, que corre de nuestra cuenta echarle la
bronca. Y que él haga el favor de irse a la mierda.
domingo, 23 de junio de 2013
Un cuento real.
Había una vez un reino encantado
donde vivía una Infantita que fue poseída por el Señor Oscuro. Este la llevó a
su condado, donde decidieron hacerse un torreón muy caro. Para financiarlo, y
puesto que las cosas andaban justas, se metieron en negocios, oscuros como ellos.
El problema era que los recaudadores del reino no veían con buenos ojos el
dinero oscuro y había que blanquearlo.
El Señor Oscuro llamó a sus
edecanes que le aconsejaron acudir al libro de los conjuros blanqueadores, donde
descubrieron uno muy eficaz. Había que mezclar los siguientes ingredientes:
rabos de lagarto, sangre de murciélago, muérdago, documentos privados y nombres
de súbditos.
La receta era sencilla: se escoge
a una doncella virgen (si no hay una a mano vale con un abuelete de pueblo
chico) que tenga una pequeña propiedad, y se finge que se le vende esa
propiedad, que ya es suya, en un contrato privado. Para eso se utiliza la maña
de falsear su firma. Se lleva el contrato a la recaudación de tributos del condado,
donde nos cobrarán un 7% como transmisión, sin pararse a pensar que es una
falsa venta. Y luego… “voilá!” ingresamos el dinero oscuro en un banco,
justificando su posesión con la escritura privada de compraventa visada por la
hacienda condal. La operación se repite hasta 13 veces con diferentes
súbditos, que hay que repartir las cargas entre la población, no vaya a ser.
Luego se coge el rabo de lagarto, la sangre de murciélago y el muérdago y se
tiran al cubo de basura, que para guarrerías ya vale con las anteriores.
El Señor y la Señora Oscuros se
pusieron manos a la obra tan contentos durante un par de años, hasta que
descubrieron un conjuro más potente, el elixir de la falsa fundación benéfica, y
cambiaron de pócima. Y, entre brujerías y hechizos, fue pasando el tiempo
hasta que el Justicia del Reino les empapeló, porque sus empresas y fundaciones no
eran como en los cuentos, que lo único que se fabrican son dulces y golosinas,
sino que elaboraban una cosa que se llama influencias.
En plena investigación, el
Justicia Real pidió las cuentas de la Infantita a la hacienda real, que había
cruzado información con la hacienda condal (es el coñazo de los cuentos
modernos, que tienen informática) y saltó la liebre de los conjuros. El pueblo
se enfadó un poco porque estaba de brujerías hasta el gorro, y pidió cuentas,
pues creía que vivía en un reino democrático y parlamentario, donde todos son
iguales ante la ley. Pero entonces apareció el Gran Recaudador del Reino y
dijo: “Qué os habéis creído? Ha sido un error y punto. Esto es un cuento, y en
los cuentos los reinos son feudales y las cuentas son para los súbditos, que
los de sangre azul lo que hacen es comer perdices”. Y a nosotros nos dieron con
la puerta en las narices.
Y colorín colorado, este real cuento
o cuento real se ha acabado.
martes, 18 de junio de 2013
Prohíbo a Facebook que sea Facebook! (Ojo Zuckerberg, que te vigilo)
Últimamente circulan por Facebook
rimbombantes declaraciones de los usuarios prohibiendo a Facebook difundir,
copiar y no sé cuantas prohibiciones más, las imágenes, declaraciones y cuanto
se nos ocurra colgar en nuestro muro. En su apoyo se citan normas de lo más
variopinto. Unas no son de aplicación pues, pretender aplicar el Convenio
Internacional de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas
a las chorradas que escribe cada uno en su muro, es como exigir la celebración
de un funeral de estado si se le rompe la Barbie a tu hija. Y otras
directamente se han cogido a voleo.
Es cierto que, tanto el Código
Penal como la Ley de Protección de Datos, protegen nuestros derechos frente a
la Red, especialmente en relación con actuaciones ajenas inconsentidas, como la
publicación de imágenes nuestras por terceros, o directamente delictivas, como
la distribución de pornografía infantil.
Pero no olvidemos que la batalla
entre intimidad y tecnología está siendo ganada por esta última de forma
apabullante. Y poner puertas al campo es muy complicado, especialmente cuando
las compañías que manejan los principales “social media” tienen su sede en
California y se resisten a someterse a la legislación comunitaria. Porque el
secreto del éxito de las redes sociales está
en que todo lo que se suba a ellas se difunda al máximo. Si pretendieran
proteger la intimidad de sus usuarios, simplemente cerrarían.
Esto quiere decir que estamos
indefensos ante los Facebook, Twitter, Tuentis y Youtubes? Por supuesto que no,
pero siempre que tengamos en cuenta que el principal enemigo de nuestra
privacidad somos nosotros mismos. Así, para protegernos, recomiendo
fervientemente aplicar dos normas actualmente en vigor, recogidas en el
Convenio Internacional del Sentido Común.
La primera es que, si no quieres
que los 2.400 millones de internautas y tu abuela sepan que eres un juerguista,
abstente de subir los comentarios y fotos de tus juergas a Internet. La regla
es aplicable también para la ideología política, religión, patologías, orientación
sexual, manías, drogadicciones y vicios diversos. Las configuraciones de
privacidad son papel mojado, en cuanto que cualquiera de tus contactos puede propagar
tu información de forma viral.
La segunda es que si crees que en
algún momento de tu vida, incluso dentro de 30 años, puedes arrepentirte de lo
que vas a subir, simplemente no lo subas. Porque, en flagrante contradicción
con la Ley de la Gravedad, lo que sube a la Red no baja, aunque algunos
invoquen el “derecho al olvido” y milongas
jurídicas varias. En el momento en que haces click en el botón “enviar”, acabas
de perder el control para siempre de lo enviado. Por tanto, si no estás seguro
de que lo que haces, cuenta primero hasta cien.
Algunos esperarían cinco o seis referencias
a tratados internacionales y un par de agencias gubernativas ante las que hacer
valer sus derechos, y se sentirán decepcionados al escuchar que la mejor norma
para salvaguardar la intimidad es no exhibirla. Suelen ser los mismos que
prohíben formalmente a Facebook que divulgue una información que han colgado
encima de un comando llamado “compartir”, al que pueden darle tus cientos de contactos
para enviarla al resto del mundo. Muy lógico!
sábado, 15 de junio de 2013
Truco o trato?
A bombo y platillo nos anuncian
que, tras un lustro de espera, las dos grandes fuerzas políticas del país,
PP-PSOE, han hecho un trato para acabar con la crisis. Bueno, en realidad le
han llamado Pacto de Estado por Europa, y viene a ser la puerta a la esperanza de
los mortales. Conmovedoras las dos Sorayas, que han dejado de pelearse para
explicarnos las bondades del acuerdo. Ya no me extrañaría verlas juntas de
compras!
Y yo me pregunto si nuestros
políticos son un atajo de idiotas o es
que su desvergüenza carece de límites. De verdad creen Mariano y Alfredo que, la conjunción de sus voluntades, obligará a
la Merkel y Europa a poner en práctica milagrosas “políticas de
estímulo” para la felicidad inmediata, y por supuesto sin coste, de los
españoles? Porque eso sí que sería una conjunción planetaria, y no la de Obama
y Zp que anunciaba Leire Pajín en tiempos.
A mí las bromas siempre me han
gustado. Pero tal vez a los que van a sacar (ya lo estamos haciendo) a España del
atolladero, ésta les resulte algo pesada. Hablo de los locos que se han
convertido en emprendedores con la que estaba cayendo (90.000 solo en 2012). De
los trabajadores que han admitido reducciones de sueldos del 30% para que sus
empresas siguieran adelante. De los funcionarios, médicos, maestros o
administrativos, que, mientras mermaba su poder adquisitivo día a día, han
seguido haciendo su trabajo con el mismo empeño. De las amas de casa, y amos,
porque en muchos casos el que se quedaba en paro era él, que han hecho
malabares para multiplicar un sueldo por dos. De los que han emigrado en busca
de mejor destino sin saber si volverán. También de los cadáveres de esta
crisis, empresarios que ha aguantado todo lo posible antes de cerrar, o parados
que buscan desesperadamente un puesto de trabajo.
Pues bien, su esfuerzo ha sido y
es en vano. Lo que necesitábamos es que esta pareja de comediantes, que a día
de hoy todavía no ha tenido la decencia de enseñarnos sus declaraciones de IRPF
de los últimos años, se pusiera de acuerdo para salvarnos. Y yo me pregunto: si
bastaba con un pacto entre el nuevo Dúo Sacapuntas para ahorrarnos la crisis,
por qué no lo hicieron antes? El argumento, entendible hasta en Fondo de
Bikini, parece que no se lo plantean muchos periodistas, corifeos de la
componenda, como si la suma de dos mediocridades pudiera dar de resultado un
genio, y con lámpara además.
A mí lo de Halloween me pilló
mayor, pero barrunto que esto más que un trato es un nuevo truco. El par de espectros
ha visto que el esfuerzo de los españoles está dando resultados y pretenden
capitalizarlo y ponerse una medallita a nuestra costa. Y, dado que se insinúan
amenazas en el horizonte contra el bipartidismo, quieren conjurarlas haciéndonos
comulgar con la rueda de molino de que nuestra salvación está en sus manos. Ya puestos a hablar de medallas y ruedas de molino, yo les colgaba una al cuello,
una rueda digo, y tiraba a los dos al pilón. Por gilipollas!
viernes, 14 de junio de 2013
El fin de la crisis en Extremadura.
En 1981, Ronald Reagan acabó con
la huelga salvaje de controladores aéreos por
el expeditivo método de despedir a todos los huelguistas que
desobedecieron el requerimiento de incorporarse a sus puestos. Con 12.000
cartas de despido en correos, el Secretario de Estado de Transportes pronunció
la frase: “Por lo que a nosotros respecta la huelga ha terminado, ahora se
trata de reconstruir el sistema”. Pues bien, dos años después de despedir a los
socialistas, y con un descontrol absoluto de la economía extremeña, podríamos
decir sin temor a equivocarnos: “Por lo que a Extremadura respecta, la crisis
ha terminado, ahora se trata de reconstruir el sistema productivo.”
Porque la crisis extremeña tiene
algunas notas diferenciales, consecuencia de casi 30 años de régimen socialista
que han producido un erial económico, sostenido únicamente por el aluvión de
fondos europeos. El resultado ha sido una economía subsidiada, con un empresariado que solo tenía de tal el nombre, una clase trabajadora en la que
los mejor formados son funcionarios y una estructura poblacional tan dispersa
que, no solo impide formar centros de producción competitivos, sino que ni
siquiera permite una demanda interna consistente. Un factor clave es que casi
el 40% de la población vive en pueblos de menos de 2.500 habitantes, además muy
separados entre sí. Esta situación, mantenida conscientemente por el poder
político durante años, ha sido enormemente útil para mantener viveros de voto
cautivo, pero catastrófica para el desarrollo.
Periódicamente saltan a la
palestra noticias sobre tal o cual pueblo que languidece por falta de
habitantes, con su alcalde o los políticos locales quejándose amargamente de la
muerte del “ruralismo”. Yo no veo el problema de que se cierren
pueblos. Lo sería si el cierre fuera forzoso, pero mantener a la población en
entornos rurales, insostenibles económicamente, a base de subvenciones, me
parece la mejor forma de perpetuar las desigualdades. Los pueblos pequeños
tenían todo el sentido en una sociedad agraria y sin comunicaciones, donde la mano de
obra agrícola tenía que estar cerca del campo. Recuerdo no hace tantos años ver
a los agricultores ir a las labores agrícolas en carros tirados por mulas. Hoy
se puede mantener la producción agrícola a distancia porque, guste o no, el
desarrollo nos lleva a sociedades urbanas.
El espejismo de la sostenibilidad
de los pueblos extremeños se ha mantenido mientras duró el espejismo del
ladrillo, que absorbía a su fuerza laboral pagando unos salarios
desproporcionados a su cualificación (eran miles los que trabajaban fuera y
volvían los jueves o los viernes, según el convenio) Pinchada la burbuja, los jóvenes de a 3.000 € poniendo
ladrillos vagan hoy por las calles de los pueblos sin oficio ni beneficio.
Porque los núcleos rurales, en una economía basada en el conocimiento, están en desventaja absoluta por mucho ADSL que les
pongas, al carecer de un entorno rico en conocimiento e intercambio. En ellos, Internet
solo sirve para los videojuegos en modo “on line”. Un botón de muestra
aterrador es el dato, de esos ignorados por la prensa, referido a una población de 3.500
habitantes que conozco bien: este año va a presentar a selectividad UN
SOLO ALUMNO!
Me parece absolutamente legítima
la postura de quienes defienden a toda costa los pueblos, siempre que lo hagan
desde un pueblo. Porque estoy aburrido de oir encendidas defensas de la
vida rural a gente que ha emigrado a la ciudad y solo vuelven al pueblo a dar
una vuelta los fines de semana o en las fiestas locales. Estoy convencido de
que Extremadura se incorporará al desarrollo cuando se incorpore al mundo urbano.
Para eso hacen falta proyectos comunes, como el puerto seco si finalmente se
lleva a cabo, superar los localismos, tiempo y ganas. Como decía una vieja
canción: “Habrá que componer de nuevo, el horno y el granero, y aprender de
nuevo a andar”. Pongámonos a ello sin miedo, ya que históricamente hemos hecho
cosas más difíciles.
domingo, 9 de junio de 2013
Los que estamos averiados.
A raíz de la propuesta de
modificación de la ley del aborto, ha vuelto a abrirse el debate sobre el tema.
El argumento estrella, por parte de quienes confunden liberación femenina con
aborto, es que el proyecto supone la vuelta al nacionalcatolicismo y el
oscurantismo clerical, olvidando que la
oposición al aborto no es exclusiva del cristianismo, sino de la práctica totalidad
de las religiones. Tal vez porque, cuando la gente cree en Dios, se le quita de
la cabeza la tentación de jugar a serlo.
Pero, consideraciones religiosas
al margen, confieso que de esta polémica lo que me repugna es la idea de que las malformaciones
del feto sean consideradas causa suficiente para su eliminación. Columnistas
como Arcadi Espada califican de “gente averiada” a quienes
defienden el nacimiento de “hijos tontos, enfermos o peores”. Rosa Regás habla directamente
del nacimiento de “monstruos”.
Yo me encuentro entre esos
averiados que piensan que los niños enfermos, “defectuosos” y “peores” tiene el mismo derecho a vivir que los sanos, rubios y superdotados. Quizás por
tener la dicha de ser padre de un niño que no pasaría el control de calidad de
los nuevos espartanos, prestos a despeñar por el Monte Taigeto a toda criatura
que se aparte de sus cánones. Curiosamente, a esos defensores de la mejora de
la especie se les llena la boca hablando de solidaridad y derechos. Imagino que
se referirán a los suyos.
Pero lo que desconocen, porque si
lo supieran sólo cabría calificarlos de monstruos a su vez, es que la Naturaleza
es sabia y ha dotado a esos niños “averiados” de la misma capacidad para ser
felices que el resto. Y además, del misterioso don de influir en quienes les
rodean, haciéndolos mejores y, por añadidura, mejorando la Humanidad.
En todo caso, a los que no
comparten la suerte de convivir con quienes los partidarios de una raza mejor
(a qué me suena la expresión?) denominan “monstruos”, les recomiendo que, antes de
aceptar sus tesis, se miren detenidamente en el espejo. Porque,
cuando se decide suprimir a los “peores” antes de nacer, se acaban los
argumentos para defender el derecho a la vida de los que han nacido ya. Es
posible que no nos importe que se lleven a los discapacitados, ni a los
enfermos terminales, ni a los ancianos, porque no lo somos. Pero, cuando vengan a
por nosotros, tal vez sea demasiado tarde para rectificar.
domingo, 2 de junio de 2013
Los burros transparentes.
Se tramita a bombo y platillo en
nuestro parlamento la Ley de Transparencia, que ha de suponer la regeneración
de la vida política y la devolución a la ciudadanía de la confianza en sus
representantes. Además, va a ser una ley innovadora pues incluirá a todas las
instituciones, hasta a la Corona. Se trata, en suma, de que los mismos que, aun
estando sometidos al código penal, las leyes de incompatibilidades de cargos
públicos y el control de los diversos tribunales de cuentas, han saqueado el
erario público, sean purificados a través de una ley cuya aplicación correrá
por cuenta de un órgano compuesto por ellos mismos. Anda ya!
A mí, cuando me hablan de
transparencia, me viene a la cabeza aquella frase que decíamos de pequeños
cuando alguien se interponía entre nosotros y la pantalla de televisión:
“Aparta, que la carne de burro no es transparente”. Pues eso, entre nosotros y
la decencia política se interponen un montón de burros, con las alforjas llenas por
cierto, a los que es ineludible apartar de nuestro camino si queremos restaurar
la confianza en la cosa pública. O de verdad piensan que los españoles somos tan
estúpidos como para creernos la Ley de Transparencia mientras Ana Mato, Pepiño
Blanco, los Pujol o Griñán sigan en primera fila de la política? Seguro que la
Corona queda libre de sospecha por publicar sus ingresos presupuestarios
mientras se trata de evitar a toda costa que la Infanta sea investigada por los
que obtenía a través de empresas dedicadas al
tráfico de influencias?
Por qué no se pone en marcha el
sistema de listas abiertas que, sin ser la panacea, puede servir para apartar a
los corruptos de la vida política? Por qué no se establece como medio de
adjudicación de licencias la declaración responsable del ciudadano y su control
posterior, evitando trabas previas y la posibilidad de “mordidas”? Por qué no
se imponen límites temporales a la permanencia en cargos públicos? Por qué no
se suprime definitivamente la figura del aforamiento, residuo histórico que
carece hoy de fundamento? Por qué no se aplica la Ley de Prevención de Blanqueo
de Capitales a los políticos españoles, que se excluyeron expresamente dejando
en cambio a los extranjeros ("vaya morro!", que diría mi hija) La respuesta es
sencilla: se trata de cambiar para que nada cambie.
Algunos argumentan, poniendo el
carro delante de los bueyes, que Dinamarca tiene una ley de transparencia
política y la corrupción es insignificante. No será que lo que tiene son
políticos honrados? Cuando vea a los
políticos honestos, que todavía los hay, expulsar de sus partidos a los
deshonestos, empezaré a creer en la transparencia y regeneración. Mientras,
seguiremos pensando que quieren aparecer ante nosotros vestidos con una nueva
ropa pero, eso sí, sin haberse duchado antes. Y el cambio de hábito no va a
poder disimular el olor a podredumbre que actualmente acompaña a la política en
nuestro país.
“Res non verba”.
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