sábado, 23 de abril de 2011

No hay peor ciego…


Hay una característica que se da tanto en la forma de encarar la crisis como en el resto de la vida, nadie ve la viga en el ojo propio. Así, los éxitos son debidos a nuestros propios méritos y los fracasos a circunstancias ajenas. En particular, la crisis es culpa del neocapitalismo, de los mercados financieros y del exterior. Aquí los excesos los han cometido los demás. Nadie ha comprado una casa pidiendo una hipoteca por el total de su importe más la cocina de lujo y el coche. Nadie ha pagado la entrada de un piso para “dar el pase” antes de escriturar, ganando el 100 o el 200% de lo invertido en unos meses. Ningún empleado con renta media se ha comprado un BMW o un Audi. Y nadie se ha ido de vacaciones al extranjero a crédito. Por supuesto a nadie se le ha pasado por la cabeza ampliar la hipoteca para dedicar el importe obtenido a gastos de consumo. Y solo los ricos han hecho cosas como comprarle un caballo al niño pagando, además del animalito, cuotas superiores a 500 € al mes por el picadero, clases y demás.

Es cierto que la crisis ha golpeado a todos, especialmente a los que han perdido su empleo, de una forma que no se esperaba (desde luego los gurús de la economía estaban a por uvas mientras se formaba la tormenta) En España ha sido especialmente sangrante la forma en que nuestro gobierno se empeñaba en negar la realidad tomándole en pelo a la ciudadanía. Pero también es cierto que había muchos que tenían su propia burbuja sin necesidad de que viniera nadie a fastidiarles.

No seré yo quien niegue que los capitostes del sector financiero e inmobiliario, aplaudidos y apoyados por el poder político, sean responsables del desbarajuste. Pero quien más quien menos ha tirado su piedra.

Para salir del agujero no basta con apelar a la solidaridad, sobre todo pidiendo que los demás arreglen la situación y se solidaricen con nosotros. Reservémosla para quienes no tienen medios para salir de su situación (discapacitados, enfermos, excluídos sociales y casos de pobreza extrema) El resto podemos ser solidarios, aunque solo sea poniendo todo el empeño en arreglar nuestra propia situación sin esperar a que lo hagan otros. Porque no es admisible que 8 de cada 10 parados dediquen menos de tres horas al día a buscar empleo, incluída la formación, y un 20% de ellos menos de una hora. El que no dedica más que un par de horas al día a buscarse las habichuelas no es un parado, aunque lo diga el INEM, es un caradura.

Lo dicho, para ponernos en marcha hay que salir de casa llorados y peinados, olvidarnos de lo que nos debe la sociedad y arrimar el hombro más que nunca. Trabajo, austeridad y formación son las recetas para que el barco salga a flote. Nadie dice que sea fácil, pero nada de lo que merece la pena se consigue sin esfuerzo.

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