Al final va a resultar que el kit de supervivencia de 72 horas que recomendaba la Comisión Europea tenía todo el sentido… al menos en España.
Primero, por los apagones, esa agradable
novedad introducida por el Gobierno de Sánchez en nuestras vidas, en pro del
noble anhelo de retroceder a la Edad Media tras el pendón del cambio climático.
Pero donde de verdad están
pasando la prueba del fuego los dichosos kits es en los viajes en tren. Hoy en
día, subirse a un tren en España con solo una maleta es un acto de temeridad.
Todo lo que no incluya un bidón de agua, una potabilizadora, raciones de
emergencia, linterna, navaja suiza y botiquín básico, es un desafío al destino.
Hemos vuelto a los orígenes, sí,
pero con estilo europeo: la cesta de pollos y la tortilla de patatas en los
expresos del siglo pasado, hoy se llama “kit de resiliencia personal”.
Aunque ojo, tampoco es
recomendable olvidarse del kit en los viajes por carretera. El estado de la red
viaria hace posible que caigas en un socavón y tengas que vivir en él durante
días, hasta que algún alma caritativa decida enviarte una grúa.
Que un país con infraestructuras
modélicas hace apenas 15 años haya llegado a este punto, tras siete años de
gobierno socialista, se explica observando atentamente a quienes han estado al
frente del Ministerio de Transportes.
Primero, José Luis Ábalos,
maestro de formación, cuya experiencia logística más notable fue el transporte
de prostitutas en furgonetas desde Valencia al parador de Teruel.
Después, Raquel Sánchez,
exalcaldesa de Gavà, que no consideró relevante que los túneles tenían que ser
más anchos que los trenes que iban a circular por ellos. ¡Tanta medición ni
tanta medición!
Y finalmente, Óscar Puente, el
remate perfecto. Más aficionado a los Mercedes todoterreno de lujo que a los
trenes, ha conseguido culminar la catástrofe ferroviaria. Hoy, montar en tren
en España es como entrar en una versión moderna del cuento de la bruja, y no
estaría de más colocar un cartel en cada vagón con la frase:
“De irás y no volverás.”
Eso sí, hay que reconocerles
algo: han conseguido el objetivo de la igualdad ferroviaria. Las comunicaciones
por tren en Extremadura se han puesto al nivel del resto de España… pero no
porque hayan llevado el AVE allí, sino porque lo han desmantelado en todas
partes. ¡Arreglao!
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