domingo, 11 de mayo de 2025

La corrupción y la primera piedra.



Salta la noticia de que la empresa catalana FCS Select Products, principal proveedor de mascarillas del Gobierno, ha tomado la de Villadiego tras cobrar 253 millones de euros sin presentar sus cuentas desde 2020. Nadie podrá decir que esto no se podía saber, porque bastaba con leer el BOE durante la pandemia para intuir que el latrocinio que se venía iba a superar todo lo conocido hasta el momento.

Cuando, por ejemplo, en 2020 se publicó la adjudicación de un contrato para compra de hisopos, por importe de 4,3 millones de euros,  a una empresa sin dirección, con dos empleados y especializada en moda, quedó claro que lo que se avecinaba no era una crisis sanitaria, sino un saqueo de manual. Nuestros políticos, con gran generosidad, debieron pensar que no bastaba con meternos el palito sólamente por la nariz.

Parece ser que hasta los chinos alucinaban viendo las comisiones y sobrecostes que aplicaban los contratistas locales a suministros tan sofisticados como una mascarilla o un bastoncillo con un algodón. ¿Quién nos iba a decir a los españoles que ahora nos tocaba a nosotros entregar el oro a cambio de baratijas? Aunque ojo, que no era solo cosa nuestra, porque la contratación de vacunas por parte de la emperatriz Von der Leyen daría para un capítulo del Buscón. La pandemia supuso un salto cualitativo en los métodos de enriquecimiento ilícito. ¿Qué 3% ni qué 3%? Se añade un cero y todo queda mucho más redondo... y divisible.

El problema de la corrupción en la contratación pública es que se parece mucho al crimen perfecto. Quienes la niegan suelen alegar que no hay pruebas, como si las corruptelas se documentaran con contratos, facturas, recibís y pólizas notariales. Y eso de pedir factura por el pago de comisiones para desgravarlas, solo lo ha hecho un club de fútbol al vicepresidente de los árbitros. Spoiler, no salió bien del todo.

Los corruptos que siguen el procedimiento reglamentario lo hacen con más pudor. Se licita un contrato por un importe hinchado, se establecen criterios de adjudicación a medida del contratista “adecuado”, se adjudica, se ejecuta, se paga, y el contratista abona la comisión al político o funcionario trincón mediante una transferencia a una empresa interpuesta. Si, además, la empresa está radicada en el extranjero —pongamos, la República Dominicana—, miel sobre hojuelas.

¿Y no se pueden detectar estos delitos?, dirán algunos. Pues sí. Y es bien fácil, porque basta con aplicar la coplilla chulapa: “¿De dónde saca pa tanto como destaca?”. No nos engañemos: cualquier político, o sus familiares y allegados sin oficio conocido, que llevan un tren de vida muy por encima del que permiten sus ingresos oficiales deberían estar en el punto de mira. Nos referimos a expresidentes que compran caballos con billetes de 500 euros, ministros que se hacen con pisos en el centro de Madrid sin hipoteca, o los áticos puestos a nombre de sociedades administradas por el abogado del novio.

Un conocido gay decía: “Todos los que lo parecemos, lo somos… y muchos que no lo parecen, también”. Podemos aplicar su frase a la política sin temor a equivocarnos: todos los políticos que parecen corruptos lo son… y muchos que no lo parecen, también.

La prueba de lo dicho es que, si de verdad se pretendiera perseguir estos delitos, existen mecanismos de sobra. Siguiendo el rastro del blanqueo saltarían sorpresas que, paradójicamente, no sorprenderían a nadie. El problema es la falta de voluntad. Porque, a estas alturas, lo único vigente es la frase bíblica: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Y no parece que gobiernos —estatales, autonómicos o locales— ni oposición estén muy por la labor de acercarse a la cantera.


martes, 29 de abril de 2025

UN GOBIERNO CON POCAS LUCES.

 




Maestros de primaria, cajeras y, especialmente, concejales y alcaldes forman el núcleo duro de la élite designada por el iluminado doctor Sánchez para dirigir los destinos de España. A ellos se suma una infinidad de nombramientos a dedo que ha colonizado la cúpula de instituciones y empresas públicas, transformando el Estado en un cortijo que ni el mismísimo Jesulín de Ubrique habría soñado.

Como los ejércitos de antaño —las legiones romanas, los tercios de Flandes o las tropas de Napoleón—, que marchaban seguidos por cocineras, taberneros, prostitutas y carreteros, este nuevo ejército de chusqueros tampoco avanza solo. A su alrededor acampa un variopinto séquito de contratistas a comisión, asesores de todo pelaje, conductores todoterreno —capaces de transportar con la misma naturalidad a un ministro o un alijo de cocaína— y fulanas en nómina de empresas públicas.

Y del mismo modo que aquellos ejércitos dejaban tras de sí un reguero de miseria, la huella de las huestes de Sánchez va desmantelando un país donde lo público se tambalea. Solo parece funcionar la maquinaria recaudatoria, especialmente para beneficio de algunos, como el hermano del presidente. Como lamentaba Quevedo, al observar los muros de su patria “si un tiempo fuertes, ya desmoronados”, basta con mirar hoy la sanidad, la educación, la red viaria o la administración para constatar una decadencia que ayer alcanzó su culmen con el apagón nacional.

En una España incapaz siquiera de conservar una carretera nacional en condiciones mínimas de seguridad, mantener operativa la red eléctrica comienza a parecer una quimera. No se puede vaciar los ministerios de técnicos e ingenieros para llenarlos de paniaguados, incapaces de distinguir una línea de alta tensión de un tendedero... y pretender que no pase nada.

Cuando el Ministerio de Industria y Energía se convierte en el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, difícilmente puede esperarse un buen desenlace. La Transición Ecológica, al menos, parece haberse logrado: hemos retrocedido hasta la Edad de Piedra. En cuanto al Reto Demográfico, la inquietud es aún mayor. A este paso, uno teme que le apliquen la solución del viejo ganadero que, cuando le preguntaron cómo combatir una plaga de langostas que amenazaba cruzar el estrecho para devorar las dehesas del sur, respondió: “sencillo, basta con capar a los machos”.

Visto lo visto, quizá no baste con el kit europeo de emergencia de 72 horas. Tal vez los españoles debamos meter algunas latas más de fabada Litoral para sobrevivir los dos años que aún nos quedan con este grupo de iluminados, porque lo que se avecina son tiempos aún más oscuros. Esperemos que, al menos, esto sirva para encender una bombilla en el cerebro de sus votantes.

martes, 22 de abril de 2025

LA MUERTE LO SANTIFICÓ.

 



Mi padre utilizaba la frase que encabeza este post cuando entregaba la cuchara alguien que podía considerarse “discutible”. Y de lo que no cabe duda es de que la figura del Papa Francisco es discutida y discutible. Curiosamente, quienes parecen discutirla menos son aquellos del sector de los enemigos tradicionales de la Iglesia. Es casi unánime la tristeza (verdadera o impostada) que ha sembrado el óbito del pontífice entre comunistas, globalistas, islamistas, progresistas y un largo listado de “istas”, caracterizados tradicionalmente por su desapego —cuando no hostilidad manifiesta— hacia todo lo que oliera a incienso.

Por el contrario, y aunque dentro de una prudencia muy contenida, entre los propios católicos la figura de Francisco suscitaba división de opiniones. Yo no tengo muy claro si su pontificado ha sido premiado al terminar con más pitos o con más palmas.

Carezco de datos para poder enjuiciar en profundidad el papado de Francisco I, y además sería una osadía pretenderlo. Pero si lo comparo con otros papas cuyos pontificados he conocido, la diferencia que veo entre aquellos y este —y todos han sido discutidos— es la transparencia y la verdad que emanaban los anteriores, frente al velo que envolvía la figura del último. Porque hay cosas de este Papa que nunca he conseguido explicarme.

La primera es su negativa tajante a viajar a España en más de 12 años de mandato, durante los cuales visitó 60 países, algunos tan exóticos como Madagascar. Un pontífice argentino y jesuita no encontró ocasión para viajar al país que vio nacer a San Ignacio, fundador de su orden, con motivo de su quinto centenario. Tampoco para celebrar el de Santa Teresa de Jesús, figura universal e indiscutible de la Iglesia Católica. Ni siquiera honró con su presencia al apóstol Santiago en el Año Santo compostelano. No sería por la distancia, ni por la escasa relevancia de los temas, ni por barreras idiomáticas. En cualquier caso, el agravio de la cabeza de la Iglesia Católica hacia la nación que la hizo universal es muy difícil de explicar. Cuando se le preguntó por el tema, dejó aquella frase misteriosa de: “Iremos cuando haya paz”. Si la causa de su omisión es su carácter argentino (ellos son así), u otra más conspiranoica, que prefiero guardarme, nunca lo sabremos.

La segunda, y mucho más importante, es su papel durante la pandemia. El entreguismo de la Iglesia Católica a las directrices de mandatarios que tomaron decisiones en muchos casos contrarias a las leyes civiles, al sentido común y a la caridad cristiana, es digno de estudio. No olvidaré la imagen del sacerdote anciano que quiso celebrar misa en solitario desde la puerta de su parroquia —separada de la vía pública— con unos altavoces, siendo conminado a recoger cálices y biblias por un par de policías municipales sin autoridad ni criterio. Tampoco olvidaré que nadie en la jerarquía eclesiástica se rebeló ni opinó sobre esa ni otras restricciones totales —y sin fundamento— a la práctica de las creencias religiosas de los ciudadanos en un momento tan duro para ellos.

Miles de católicos murieron privados, en el instante más trascendental, del auxilio espiritual de los ministros de su Iglesia. De repente, los sacramentos, esencia de la religión católica, fueron encerrados en el trastero, a la espera de que individuos tan despreciables como Macron, Sánchez o similares dieran la señal para “desenvolverlos” y volverlos a sacar. Parece que la preocupación del Papa —y en general de la jerarquía eclesiástica— estuvo más ligada a cumplir estrictamente las restricciones impuestas por el poder civil y no ofender a la opinión pública, que a pastorear al rebaño de Cristo. Es cierto que no se conocía con certeza la peligrosidad del virus, pero creo que entre desafiar al emperador —asumiendo el riesgo de enfrentarse a los leones en la arena— y rendirse con armas y bagajes, suspendiendo incondicionalmente el ministerio sacerdotal, había términos medios.

No dice mucho de la valentía del Papa y sus ministros el hecho de que los dignatarios seglares fueran más audaces que ellos, desafiando sus propias prohibiciones para irse de francachela. Curiosamente, las exhortaciones más notables del Papa durante la pandemia fueron para inducir a los católicos a vacunarse, como si ponerse inyecciones fuera parte del Credo.

En fin, Dios me libre de juzgar al Papa en el momento de su muerte. Tendrá que dar explicaciones al de las llaves, como todos nosotros. Solo puedo decir que siempre he sido partidario de los líderes que lo dan todo por su equipo, sin importarles demasiado lo que opinen los hinchas rivales, frente a aquellos que son más aplaudidos cuando juegan fuera de casa.

lunes, 14 de abril de 2025

LOS MANGANTES DE TERUEL




Cuenta la leyenda que, en la ciudad de Teruel, en el siglo XIII, el joven Diego de Marcilla murió de amor tras regresar de buscar fortuna, con la esperanza de hacerse digno de su amada, Isabel de Segura. Su desgracia fue llegar justo después de que ella se hubiera casado con otro.  Y su muerte llevó consigo la de Isabel.

La versión contemporánea de los amantes de Teruel es mucho más alegre, sin muertes ni tragedias. Aquí, los afortunados no son enamorados desdichados, sino ministros y sus acompañantes que, mientras mantenían encerrada a la ciudadanía, se encerraban ellos también... pero rodeados de una corte de prostitutas.

Aquí nadie niega un beso. Como dijo el ministro Ábalos, lo que hacía falta durante la pandemia eran besos y mucho contacto físico. Y dicho y hecho: para que hubiera donde tocar, decidió que no le bastaban una ni dos. Hasta quince prostitutas se trajo de Valencia, porque —igual que el padre de Isabel de Segura rechazó a Diego de Marcilla por falta de numerario— Ábalos despreció a las furcias locales por falta de belleza. En Teruel no quieren pobres... ni putas feas.

Aquí no hay bodas, ni falta que hace. Donde se ponga una buena conga de ministros, Koldos, delegadas del Gobierno y meretrices desfilando en paños menores por los pasillos de un parador, que se quite la tarta nupcial con sus dos figuritas. Además, ¿quién quiere fumarse un puro con vitola conmemorativa, pudiendo esnifar trufa blanca en las posaderas de una pilingui?

Aquí, para participar, no hace falta fortuna. Los gastos corren a cuenta del contribuyente. INECO, Tragsatec y demás empresas públicas te contabilizan lo mismo quinientas horas de masajes que el mobiliario destrozado en la pelea de almohadas de la suite del parador. Eso sí: los primeros van a la partida de “otros aprovisionamientos” y los segundos al “inmovilizado material”. Que las cuentas públicas son cosa seria.

Aquí no hay tristeza, barrida por el despendole, el alcohol, los polvos de toda índole, la juerga y la desvergüenza. ¿Cómo estar triste en una fiesta a la que el mismo Lobo de Wall Street habría calificado de matrícula de honor? Y, encima, con cargo al IRPF de los contribuyentes españoles. ¡Está tó pagao!

Aquí tampoco hay un Pedro de Segura aguafiestas poniendo condiciones a los novios. La encargada de poner condiciones durante la pandemia en Teruel, la Delegada del Gobierno, estaba allí en plena fiesta. Aunque, según parece, no se enteró de nada. ¡Cómo debió de pasárselo para no recordar lo ocurrido en un parador cerrado de sesenta habitaciones, con la cuarta parte ocupadas por mujeres de la vida alegre!

Lo que cualquiera diría que hay, en esta versión moderna de los amantes de Teruel, es un guion de otro Segura, Santiago. Porque un episodio tan casposo, cutre, machista, rancio y corrupto solo está al alcance del protagonista de Torrente.

 


miércoles, 9 de abril de 2025

Kit contra los aranceles.



Al grito de “¡que vienen los aranceles!”, anda medio mundo como pollo sin cabeza, dudando entre cortarse los propios o dejárselos largos. Al contrario que todas las opinatrices que pueblan las tertulias patrias, yo no tengo claro el fin último de los aranceles del pelirrojo, ni tampoco sus consecuencias. Hombre, lo que no suena muy equitativo es que se quejen de los aranceles americanos a la importación los mismos que le ponen a USA aranceles a la exportación.

La idea que me parece más acertada es que los aranceles de Trump son el reflejo de su opción de abrazar el soberanismo, frente a un globalismo que solo favorece a su gran competidor por la hegemonía mundial: China.

Una China que lleva años jugando en el comercio internacional con dos barajas, y que no duda en reírse de las normas de propiedad intelectual e industrial, de los convenios de protección medioambiental, y de actuar como un depredador en todos los países donde ejerce su influencia… y en todos los mares donde pescan sus barcos.

Por no hablar de sus métodos diplomáticos, consistentes en corromper a los dirigentes del resto del mundo. La Unión Europea es el mejor ejemplo, donde lo mismo aparecen miles de euros en la habitación del hotel de una vicepresidenta del Parlamento, que hay que tapar a toda prisa la investigación sobre los sobornos de Huawei, para no encarcelar a una docena de eurodiputados.

Si la opción de Trump va a producir resultados beneficiosos para la economía a medio plazo o va a provocar una recesión mundial, solo Dios lo sabe. Bueno, también Gonzalo Miró y Esther Palomera, que igual te diseccionan la alineación del Atleti que la balanza comercial de Myammar.

Pero lo cierto es que se han agitado los cimientos de todo lo que estaba podrido en el concierto internacional. Así, vemos cómo los chinos han contraatacado vendiendo sus bonos americanos, señal de que el golpe no está mal dado. En la Unión Europea, el caos es absoluto. Y mientras la lista de la clase, Meloni, ha decidido saltarse el turno para ir a negociar directamente con Trump, Von der Leyen ya está pidiendo árnica y ofreciendo aranceles cero para los productos industriales americanos.

Sorprende la rapidez con que cambian las prioridades en la UE. Una semana te llaman a la guerra nuclear contra Rusia y a la siguiente a la guerra arancelaria contra Estados Unidos… para acabar pidiendo papas. El espíritu bélico europeo ya no es lo que era. Aunque no es de extrañar, si lo encarnan Macron, un tipo tan despistado para elegir pareja que se casó con la madre de E.T., y la comandante Palpatine, la lince que manifestó el otro día que Europa refleja los valores del Talmud.

En cualquier caso, yo no estaría demasiado preocupado. Porque, gracias a las instrucciones de Úrsula, todos debemos tener ya el kit anti-crisis: con sus dos rollos de papel higiénico, su navaja suiza y su bote de aceitunas gazpachas. Y un kit que te permite sobrevivir a un conflicto nuclear no debería tener ningún problema para enfrentarse a unos aranceles de chichinabo.

miércoles, 26 de marzo de 2025

TAMBORES DE GUERRA.



Un nuevo fantasma recorre Europa. Desde las cancillerías de la Unión Europea, en Berlín, en París e incluso en Londres, se llama a las armas para combatir al enemigo ruso. Ese enemigo cruel y despiadado que, según se dice, está esperando el momento para desfilar por los Campos Elíseos.

La mayoría de los medios y muchos ciudadanos aceptan este discurso y debaten acaloradamente sobre la necesidad de rearmarse hasta los dientes para evitar que, tras la caída de Ucrania, el oso ruso decida expandirse hasta el Atlántico.

Y así vemos cómo Ursula von der Leyen, la nueva canciller, incapaz de distinguir un carro de combate de una cosechadora, pretende erigirse en jefa de un nuevo ejército europeo, que deberá estar listo para 2030 y al que se planea destinar un gasto de 800.000 millones de euros. No entraremos aquí en el disparate de pretender integrar en cinco años a 25 ejércitos distintos, con diversos idiomas, diferentes mandos, doctrinas militares incompatibles, armamento heterogéneo y sujetos a legislaciones nacionales que no contemplan su disolución o integración en este «ejército de Ursula».

Lo absurdo es que la Unión Europea, cuyo objetivo fundacional fue acabar definitivamente con las guerras en Europa, pueda convertirse ahora en un instrumento que lleve al continente entero a enfrentarse directamente con una potencia nuclear.

Nadie reflexiona sobre lo ridículo que resulta que una Unión Europea con 500 millones de habitantes y 20 billones de presupuesto tema una invasión por parte de Rusia, un país que tiene menos de un tercio de su población, la décima parte de su presupuesto y que ha sido incapaz de conquistar siquiera Ucrania. Nadie recuerda tampoco que ese país, al que ahora imaginan ocupando las praderas francesas, se retiró voluntariamente hace treinta años de los territorios que ocupaba desde la Segunda Guerra Mundial. Rusia posee abundancia de materias primas y el mayor territorio del mundo, con 17 millones de kilómetros cuadrados en su mayoría despoblados, por lo que difícilmente le resultaría atractivo ocupar los huertos holandeses o los viñedos italianos.

Sorprende también que una guerra que dura tres años, desaparecida durante dos de ellos de los medios, repentinamente se haya convertido en eje de noticias y debates públicos justo en el momento en que Trump ha tomado la iniciativa para detenerla. Sin duda no es justo que Rusia se apropie de una quinta parte del territorio ucraniano, pero llama la atención que nadie mencione la injusticia que representa la quiebra de la integridad territorial de Chipre, país de la Unión Europea invadido desde hace 50 años por Turquía, que ocupa aún un tercio de su territorio.

La Unión Europea es una potencia en decadencia. Ha pasado de representar el 25% del PIB mundial en el año 2000, estando por delante de Estados Unidos, a representar actualmente solo el 15%, tornándose irrelevante en la política mundial. Este fracaso no es desconocido para los líderes europeos, quienes lo han provocado mediante políticas suicidas en materia energética, agrícola, de desindustrialización y sustitución poblacional, promoviendo la baja natalidad mientras se fomenta la inmigración ilegal desde países subdesarrollados con culturas incompatibles con la europea.

Este fracaso es patente, aunque sus responsables pretendan ignorarlo. Y, como siempre han hecho los líderes fracasados, en estos casos se busca un chivo expiatorio en el exterior. O mejor dos, porque junto con Rusia, el enemigo estadounidense es otro clásico para avivar el miedo.

Que no nos engañen los mismos líderes corruptos que han arruinado Europa, que se llenaron los bolsillos utilizando como excusa la pandemia y que ahora están siendo investigados por ello. Han encontrado una nueva excusa perfecta para matar dos pájaros de un tiro: exculparse de errores pasados y continuar con su corrupción en el futuro.

No podemos escuchar sin preocupación la noticia de que fábricas alemanas están dejando de producir automóviles para fabricar armas. Nada es más estúpido e inmoral que una carrera armamentística, cuyo resultado último solo puede ser la guerra o la ruina. Ruina para todos, menos para quienes fabrican y venden las armas.

Decía Samuel Johnson que «el patriotismo es el último refugio de los canallas». Hoy podríamos decir que el europeísmo es el nuevo refugio de aquellos canallas que han llevado a Europa a la situación actual. Pero si los líderes que ahora baten los tambores de guerra utilizan el europeísmo como coartada para sus delitos, los ciudadanos europeos no podemos entregarles nuestro dinero ni nuestra sangre en nombre de ese falso europeísmo, porque aunque quizás no nos convierta en canallas, desde luego sí en imbéciles.

miércoles, 27 de mayo de 2020

Temo a los griegos aunque vengan con regalos.






En una ocasión, el Duque de Ahumada puso su cargo de Jefe de la Guardia Civil a disposición del dictador Narváez, que pretendía castigar, injustamente, a un cabo del Cuerpo por cumplir estrictamente con su deber. Esa vez se impuso la rectitud de Ahumada, y el Espadón de Loja renunció a consumar el atropello. Así, desde su creación, la Guardia Civil ha mantenido justa fama de incorruptible, apenas manchada por algún episodio desgraciado. Los españoles sabemos que la opción de intentar sobornar a un agente, cuando te pilla en un renuncio, es una apuesta casi segura para acabar en el cuartelillo, como han descubierto algunos extranjeros despistados procedente de según qué países.


El ministro Marlaska también lo sabe. Lo comprobó al enterarse del informe enviado, por la comandancia de Madrid, al juez encargado de instruir las denuncias, en relación con la ocultación de información del riesgo de contagio del coronavirus, antes de la manifestación del 8-M.


Pero el ministro no se arredra. Conocedor de la dificultad de comprar a un guardia civil, ha decidido subir la apuesta y comprarlos a todos de una tacada, eso sí, con nuestro dinero. Hace apenas tres meses se negaba siquiera a tramitar la equiparación de sueldos con las policías autonómicas. Ayer, súbitamente, en la rueda de prensa para explicar el cese de Pérez de los Cobos, se ha descolgado anunciando un aumento de sueldo del 20% para las FF.CC.SS.EE.

Al conocer la noticia, la consideré otra de las promesas del gobierno que no va a cumplir, pues no tiene dinero. Pero luego cambié de opinión. Si este gabinete no salta en pedazos antes de lo que esperamos, la promesa del gobierno, por boca de su ministro, es una jugada maestra. Ante el previsiblemente horroroso horizonte penal que se les viene encima, lo mejor que pueden hacer es procurar tener de su lado al instrumento de los jueces para recabar las pruebas que pueden dar con sus huesos en la cárcel. Y, como el asesino que escondió el cadáver de su víctima en un campo de batalla, este Gobierno quiere esconder su intento de comprar la voluntad, de quienes van a investigarle, entre la subida generalizada de sueldo a la policía.

Es muy probable que yerren en su intento y tropiecen con el honor, divisa de la Guardia Civil. Pero no seamos ingenuos, no van a renunciar a poner a las fuerzas del orden al servicio del poder, en lugar de al servicio de la ley. Es lo habitual en las dictaduras a las que asesoran sus socios de Podemos. Introducirán el aumento en los presupuestos, como los aqueos introdujeron el caballo en Troya hace 3.000 años. 

Confiemos en que la nuestras Fuerzas del Orden sigan los consejos del viejo troyano que advirtió “timeo danaos et dona ferentes”, y cumplan con su deber. Que permanezcan ajenos a los cantos de sirena de la corrupción moral, ofrecida por un gobierno sin reparos en intentar extender su podredumbre a todo lo que le rodea. Que eviten vender su alma al diablo. Que se imponga el espíritu inculcado por el Duque de Ahumada a sus hombres. De lo contrario, que Dios nos asista.



martes, 26 de mayo de 2020

Delenda est Sánchez.




Casi cinco años después, volvemos a la carga. En parte espoleado por algunos amigos, pero, sobre todo, por la situación en que nos encontramos. Jamás, como hoy, los derechos fundamentales de los españoles han estado tan en peligro, hasta el extremo de que algunos consideran que nos encontramos en una dictadura “de facto”.

No entraremos, por ahora, en los errores y tropelías del Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la gestión de la crisis sanitaria originada por el COVID-19. Errores que, en gran medida, han dado lugar a la mayor catástrofe humanitaria que ha padecido España desde la Guerra Civil, como atestiguan las cifras y las escenas que hemos podido ver de hospitales, geriátricos y tanatorios. Nos centraremos en los atentados a nuestros derechos constitucionales, que no dependen del virus o de la economía, sino de la voluntad, conscientemente totalitaria, de los políticos que rigen nuestro destino.

Porque los repetidos atentados contra nuestro derecho a la libertad de circulación, aun arbitrarios y estúpidos, podrían justificarse por la pandemia. Pero ésta no justifica la toma de control de la práctica totalidad de los medios de comunicación. Mediante la técnica del palo, censurando y despidiendo a los levantiscos, y la zanahoria, untando a los afines, se han usurpado a la sociedad los medios de garantía del derecho constitucional a comunicar y recibir información veraz. Así, la información ha sido sustituida por la censura, la mentira y la propaganda al servicio del poder.

Se ha vulnerado el derecho a la intimidad, mediante la utilización de las fuerzas de seguridad, espoleadas por órdenes directas del ministro Marlaska, para el rastreo de las redes sociales en busca de opiniones críticas con el Gobierno,  no sabemos con qué oscuros fines.

Se ha vulnerado el derecho a no ser sancionado al margen de los supuestos previstos en las leyes. Cientos de miles son las multas impuestas por cosas como ir a comprar pan a destiempo o cerveza sin prescripción facultativa.

También se ha vulnerado la tutela judicial efectiva y el principio de separación de poderes. La destitución, rastrera y totalitaria, de un mando de la Guardia Civil, por no  plegarse a las instrucciones del Gobierno de desobedecer a los tribunales y vulnerar su deber de secreto, es más propia de la antigua Unión Soviética que de un país de la UE.

Por todo esto y más, no es el momento de callar. Dante sitúa en la antesala del Infierno a los tibios y pusilánimes, como pecadores mediocres, condenados a ser devorados por insectos asquerosos. Lo que estamos viendo en España no puede dejarnos indiferentes. Y, copados los medios oficiales por el poder, las redes sociales nos ofrecen la posibilidad de resistirnos a sus propósitos. La tibieza y la cobardía no son una opción, porque conllevan, como en la antesala del infierno, el castigo de ser devorados por este gobierno indecente.


Delenda est Sánchez.

domingo, 1 de noviembre de 2015

El impuesto al sol y las subvenciones verdes.



El proyecto de decreto de autoconsumo eléctrico ha levantado, desde que se inició su tramitación, una polvareda mediática considerable. Los ecologistas ridiculizaron el decreto, diciendo que establecía un impuesto al sol, precisamente en el país del sol. Lo cierto es que las críticas tuvieron su efecto positivo, al conseguir que se modificara un borrador que, en origen, tenía la estúpida y totalitaria pretensión de gravar con impuestos a quien se montara su propio sistema de generación eléctrica al margen de la red general.

Otra cosa bien distinta es que se siga hablando de impuesto al sol a la vista del texto definitivamente publicado en el BOE. Porque, aunque les pese a quienes no permiten que la verdad les estropee una buena noticia, el nuevo decreto deja al sol libre de tributación. 

Centrándonos en las instalaciones que podríamos llamar “domésticas” (de potencia inferior a 10 KW) el régimen que se establece es el siguiente:
- Las que no están conectadas a la red general, que no pagan impuestos, ni gastos de estudio ni nada de nada.
- Las conectadas a la red, que pagan la energía consumida fuera así como los gastos generales de distribución, es decir, lo que les suministran las eléctricas y el “enganche fijo”, como el resto de consumidores.

Así, el impuesto al sol no aparece por ninguna parte. Pero los ecologistas no están satisfechos y plantean el tema como una batalla entre las compañías eléctricas y la totalidad de consumidores, pretensión que tiene muy buena acogida entre los propios consumidores, dispuestos a tirar piedras contra su propio tejado con tal de jorobar a las odiadas eléctricas. “Es como cobrar impuestos al que siembra sus propios tomates”, siguen diciendo algunos. Lo que no dicen es que la verdadera batalla se está librando entre los consumidores que quieren y pueden utilizar energías renovables y el resto de consumidores.

Porque a los partidarios del autoconsumo no les basta con que les permitan instalar su propio sistema de producción libre de impuestos. Ellos proponen verter a la red el excedente que producen cuando hay sol, y recuperarlo cuando no lo hay, sin pagar coste alguno (sistema de compensación le llaman). Y eso es tanto como obligar a la cooperativa de tomates a quedarse en verano los sobrantes de quien tiene un huerto para autoconsumo, a cambio de darle en invierno tomates gratis. El problema es que los gastos de recogida y entrega no los pagará el del huerto, sino el resto de clientes de la cooperativa. Éstos cubrirán dichos gastos y, además,  verán alterados sus precios, especialmente en invierno, donde tendrán que pagar más caros los tomates.

Por tanto, seamos serios: impuesto al sol no, pero subvenciones a las renovables a costa de la factura de la luz del resto tampoco. Porque ya hemos tenido bastante con los huertos solares de Zp, que pagamos todos para hacerlos sostenibles y, al final, acabaron con la ruina de quienes invirtieron en ellos.

martes, 27 de octubre de 2015

El procés, esa criatura abortiva.




La iniciativa del Parlament de Cataluña para comenzar de forma inmediata el proceso hacia la independencia, está provocando algunos ríos de tinta, tampoco demasiado caudalosos, además de cierta inquietud en la sociedad catalana y el resto de España. A mi juicio, hay al menos tres razones para que ni la mayoría de catalanes, que todavía conservan el seny, ni los demás españoles, debamos preocuparnos demasiado.
En primer lugar, la falta absoluta de legitimación en las urnas. El proceso recibió una herida de muerte cuando las elecciones autonómicas otorgaron mayoría de votos a quienes se oponían a la independencia. No es que de haber ganado el supuesto plebiscito, que no eran sino unas elecciones como las que se celebran en el resto de comunidades autónomas, el plan hubiera tenido éxito. Pero el haberlas perdido, porque en los plebiscitos solo se gana con mayoría absoluta de síes, ha sido un golpe mortal.
En segundo lugar, el imperio de la ley. Aunque algunos hablen de suspender la autonomía, acudir a las fuerzas armadas y adoptar medidas de excepción, eso no va a ser necesario. Para crear una nación independiente hay unas condiciones mínimas, inherentes al Estado Moderno: reconocimiento internacional, capacidad para recaudar tributos y monopolio de la fuerza. Y ninguna de esas las tienen los promotores de este esperpento, a quienes no recibe ningún líder europeo, les está sacando las castañas del fuego el Estado español, a través de transferencias, para que puedan pagar sus facturas y como única fuerza pública, cuentan con unos mossos que no van a jugarse sus trabajos vulnerando la legalidad vigente. La prueba es que las fuerzas de seguridad del Estado están investigando los delitos de los promotores del procés, sin otro obstáculo que una ridícula multa de aparcamiento, impuesta por un policía local con pocas luces.
Sin olvidar al Poder Judicial, de titularidad estatal exclusiva, encargado por la Constitución de  “juzgar y hacer ejecutar lo juzgado”. Poder que, si en las repúblicas bananeras es utilizado para encarcelar opositores, en los países democráticos tiene la potestad de condenar a quien vulnera la legalidad vigente.
Por último, la ausencia de líderes creíbles para sacarlo adelante. Al frente de este proceso no se encuentra un William Wallace, dotado de liderazgo para entusiasmar a sus partidarios y motivarlos frente a los peligros de la aventura. Por el contrario, nos encontramos con una colección de medianías acosadas por la corrupción. Personajes que ven en la independencia un clavo ardiendo al que agarrarse para escapar de la Justicia, que les acosa por haber saqueado a aquellos mismos a quienes ahora pretenden capitanear para situarlos al margen de la ley.
Cierto que esto no es bueno para nadie, porque las turbulencias políticas no ayudan a la recuperación económica, pero no nos engañemos viendo leones donde sólo hay tigres de papel. Bastó una sentencia del Tribunal Constitucional, por cierto ahora reforzado con nuevos poderes, para echar abajo aquel engendro de Estatut hurdido por Zp. Simplemente manteniendo la calma, desde la firmeza y el poder que da la Ley a quienes están legitimados y, al mismo tiempo, obligados a hacerla cumplir, el proceso se disolverá como un azucarillo. Mientras, sus actores acabarán con los huesos en la cárcel, no como mártires del independentismo, sino como ladrones que penan sus delitos contra las arcas que tenían el deber de administrar honradamente.