Cuenta la leyenda que, en la
ciudad de Teruel, en el siglo XIII, el joven Diego de Marcilla murió de amor
tras regresar de buscar fortuna, con la esperanza de hacerse digno de su amada,
Isabel de Segura. Su desgracia fue llegar justo después de que ella se hubiera
casado con otro. Y su muerte llevó
consigo la de Isabel.
La versión contemporánea de los
amantes de Teruel es mucho más alegre, sin muertes ni tragedias. Aquí, los
afortunados no son enamorados desdichados, sino ministros y sus acompañantes
que, mientras mantenían encerrada a la ciudadanía, se encerraban ellos
también... pero rodeados de una corte de prostitutas.
Aquí nadie niega un beso. Como
dijo el ministro Ábalos, lo que hacía falta durante la pandemia eran besos y
mucho contacto físico. Y dicho y hecho: para que hubiera donde tocar, decidió
que no le bastaban una ni dos. Hasta quince prostitutas se trajo de Valencia,
porque —igual que el padre de Isabel de Segura rechazó a Diego de Marcilla por
falta de numerario— Ábalos despreció a las furcias locales por falta de
belleza. En Teruel no quieren pobres... ni putas feas.
Aquí no hay bodas, ni falta que
hace. Donde se ponga una buena conga de ministros, Koldos, delegadas del
Gobierno y meretrices desfilando en paños menores por los pasillos de un
parador, que se quite la tarta nupcial con sus dos figuritas. Además, ¿quién
quiere fumarse un puro con vitola conmemorativa, pudiendo esnifar trufa blanca
en las posaderas de una pilingui?
Aquí, para participar, no hace
falta fortuna. Los gastos corren a cuenta del contribuyente. INECO, Tragsatec y
demás empresas públicas te contabilizan lo mismo quinientas horas de masajes
que el mobiliario destrozado en la pelea de almohadas de la suite del parador.
Eso sí: los primeros van a la partida de “otros aprovisionamientos” y los
segundos al “inmovilizado material”. Que las cuentas públicas son cosa seria.
Aquí no hay tristeza, barrida por
el despendole, el alcohol, los polvos de toda índole, la juerga y la
desvergüenza. ¿Cómo estar triste en una fiesta a la que el mismo Lobo de
Wall Street habría calificado de matrícula de honor? Y, encima, con cargo
al IRPF de los contribuyentes españoles. ¡Está tó pagao!
Aquí tampoco hay un Pedro de
Segura aguafiestas poniendo condiciones a los novios. La encargada de poner
condiciones durante la pandemia en Teruel, la Delegada del Gobierno, estaba allí en plena fiesta. Aunque, según parece, no se enteró de nada. ¡Cómo debió de
pasárselo para no recordar lo ocurrido en un parador cerrado de sesenta
habitaciones, con la cuarta parte ocupadas por mujeres de la vida alegre!
Lo que cualquiera diría que hay,
en esta versión moderna de los amantes de Teruel, es un guion de otro Segura,
Santiago. Porque un episodio tan casposo, cutre, machista, rancio y corrupto
solo está al alcance del protagonista de Torrente.
Todavía queda mucho por investigar y tela que cortar
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo pero no confío mucho en que se investigue.
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