Ante los datos que revelan que
Vox lidera ya la intención de voto en el CIS entre los desempleados, buena
parte de los asalariados más humildes y quienes se consideran pobres, la prensa
progresista se pregunta, con asombro, cómo es posible que las clases
trabajadoras voten a lo que ellos consideran “señoritos a caballo”.
No se puede ser más ciego ni
estar más alejado de la realidad. La izquierda hace tiempo que dejó de
responder a las inquietudes de los trabajadores para entregarse de lleno a la
agenda 2030, cuyos beneficiarios no son, precisamente, sus votantes
tradicionales. Ofrecer a la gente de barrio un paquete de globalismo,
climatismo, feminismo, ideologías queer y multiculturalismo, envuelto en
“talante y tolerancia”, puede colar un tiempo… hasta que los destinatarios descubren
lo que hay detrás del mundo woke.
Porque, al
final, esa fiesta se paga con dinero público y beneficia, sobre todo, a una nueva
élite que disfruta de privilegios exclusivos mientras se mira el ombligo y se
permite decir a los demás que “están salvando el mundo” … a nuestro pesar. Detrás
del globalismo se esconden intereses de multinacionales que sobornan a
políticos y financian a sus voceros. Detrás del feminismo radical se
percibe un ataque feroz a la familia, tradicional pilar de defensa para los más
desfavorecidos. Detrás del multiculturalismo se encuentra una
inmigración descontrolada que copa los beneficios del Estado del bienestar y
expulsa a las clases trabajadoras del sistema.
Y claro, prohibirle al currante
circular con su diésel de 12 años para salvar el planeta es complicado cuando
ve al intelectual progresista llegar a la tertulia en un Tesla de 60.000 euros.
Lo mismo que pretender que la prioridad de un camarero o una peluquera sea la autodeterminación
de género, cuando lo que de verdad le preocupa es llegar a fin de mes. Ni
hablemos de convencerle de que debe compartir su centro de salud o su vivienda
protegida con inmigrantes ilegales, mientras los predicadores de estas
políticas viven en barrios con hospitales y colegios privados y sin esa
ordinariez de centros de MENAs a la puerta de sus casoplones.
Por eso, el hartazgo de quienes
padecen el wokismo seguirá aumentando al mismo ritmo que crezcan sus
efectos negativos. Y, llegado el momento, no dudarán en votar a quien
simplemente les ofrezca soluciones reales a sus necesidades.
Mientras tanto, la progresía —de derechas y de izquierdas— seguirá en su burbuja. Y cuando la realidad les estalle en la cara, se preguntarán, como María Antonieta, por qué el pueblo se queja de no tener pan… habiendo brioche.
Juan Luis, muy bueno. Y no citas la complicidad manifiesta de los medios de comunicación. Es vergonzoso
ResponderEliminarPopulismo: Soluciones fáciles a problemas complejos
EliminarLa única solución que nunca funciona es negar el problema y alimentarlo.
ResponderEliminarEl bipartidismo pierde fuelle obcecado en su "libro rojo de Mao" o agenda 2030.
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