El proyecto de decreto de autoconsumo eléctrico ha levantado, desde que se inició su tramitación, una polvareda mediática considerable. Los ecologistas ridiculizaron el decreto, diciendo que establecía un impuesto al sol, precisamente en el país del sol. Lo cierto es que las críticas tuvieron su efecto positivo, al conseguir que se modificara un borrador que, en origen, tenía la estúpida y totalitaria pretensión de gravar con impuestos a quien se montara su propio sistema de generación eléctrica al margen de la red general.
Otra cosa bien distinta es que se siga hablando de impuesto al sol a la vista del texto definitivamente publicado en el BOE. Porque, aunque les pese a quienes no permiten que la verdad les estropee una buena noticia, el nuevo decreto deja al sol libre de tributación.
Centrándonos en las instalaciones que podríamos llamar “domésticas” (de potencia inferior a 10 KW) el régimen que se establece es el siguiente:
- Las que no están conectadas a la red general, que no pagan impuestos, ni gastos de estudio ni nada de nada.
- Las conectadas a la red, que pagan la energía consumida fuera así como los gastos generales de distribución, es decir, lo que les suministran las eléctricas y el “enganche fijo”, como el resto de consumidores.
Así, el impuesto al sol no aparece por ninguna parte. Pero los ecologistas no están satisfechos y plantean el tema como una batalla entre las compañías eléctricas y la totalidad de consumidores, pretensión que tiene muy buena acogida entre los propios consumidores, dispuestos a tirar piedras contra su propio tejado con tal de jorobar a las odiadas eléctricas. “Es como cobrar impuestos al que siembra sus propios tomates”, siguen diciendo algunos. Lo que no dicen es que la verdadera batalla se está librando entre los consumidores que quieren y pueden utilizar energías renovables y el resto de consumidores.
Porque a los partidarios del autoconsumo no les basta con que les permitan instalar su propio sistema de producción libre de impuestos. Ellos proponen verter a la red el excedente que producen cuando hay sol, y recuperarlo cuando no lo hay, sin pagar coste alguno (sistema de compensación le llaman). Y eso es tanto como obligar a la cooperativa de tomates a quedarse en verano los sobrantes de quien tiene un huerto para autoconsumo, a cambio de darle en invierno tomates gratis. El problema es que los gastos de recogida y entrega no los pagará el del huerto, sino el resto de clientes de la cooperativa. Éstos cubrirán dichos gastos y, además, verán alterados sus precios, especialmente en invierno, donde tendrán que pagar más caros los tomates.
Por tanto, seamos serios: impuesto al sol no, pero subvenciones a las renovables a costa de la factura de la luz del resto tampoco. Porque ya hemos tenido bastante con los huertos solares de Zp, que pagamos todos para hacerlos sostenibles y, al final, acabaron con la ruina de quienes invirtieron en ellos.