domingo, 1 de noviembre de 2015

El impuesto al sol y las subvenciones verdes.



El proyecto de decreto de autoconsumo eléctrico ha levantado, desde que se inició su tramitación, una polvareda mediática considerable. Los ecologistas ridiculizaron el decreto, diciendo que establecía un impuesto al sol, precisamente en el país del sol. Lo cierto es que las críticas tuvieron su efecto positivo, al conseguir que se modificara un borrador que, en origen, tenía la estúpida y totalitaria pretensión de gravar con impuestos a quien se montara su propio sistema de generación eléctrica al margen de la red general.

Otra cosa bien distinta es que se siga hablando de impuesto al sol a la vista del texto definitivamente publicado en el BOE. Porque, aunque les pese a quienes no permiten que la verdad les estropee una buena noticia, el nuevo decreto deja al sol libre de tributación. 

Centrándonos en las instalaciones que podríamos llamar “domésticas” (de potencia inferior a 10 KW) el régimen que se establece es el siguiente:
- Las que no están conectadas a la red general, que no pagan impuestos, ni gastos de estudio ni nada de nada.
- Las conectadas a la red, que pagan la energía consumida fuera así como los gastos generales de distribución, es decir, lo que les suministran las eléctricas y el “enganche fijo”, como el resto de consumidores.

Así, el impuesto al sol no aparece por ninguna parte. Pero los ecologistas no están satisfechos y plantean el tema como una batalla entre las compañías eléctricas y la totalidad de consumidores, pretensión que tiene muy buena acogida entre los propios consumidores, dispuestos a tirar piedras contra su propio tejado con tal de jorobar a las odiadas eléctricas. “Es como cobrar impuestos al que siembra sus propios tomates”, siguen diciendo algunos. Lo que no dicen es que la verdadera batalla se está librando entre los consumidores que quieren y pueden utilizar energías renovables y el resto de consumidores.

Porque a los partidarios del autoconsumo no les basta con que les permitan instalar su propio sistema de producción libre de impuestos. Ellos proponen verter a la red el excedente que producen cuando hay sol, y recuperarlo cuando no lo hay, sin pagar coste alguno (sistema de compensación le llaman). Y eso es tanto como obligar a la cooperativa de tomates a quedarse en verano los sobrantes de quien tiene un huerto para autoconsumo, a cambio de darle en invierno tomates gratis. El problema es que los gastos de recogida y entrega no los pagará el del huerto, sino el resto de clientes de la cooperativa. Éstos cubrirán dichos gastos y, además,  verán alterados sus precios, especialmente en invierno, donde tendrán que pagar más caros los tomates.

Por tanto, seamos serios: impuesto al sol no, pero subvenciones a las renovables a costa de la factura de la luz del resto tampoco. Porque ya hemos tenido bastante con los huertos solares de Zp, que pagamos todos para hacerlos sostenibles y, al final, acabaron con la ruina de quienes invirtieron en ellos.

martes, 27 de octubre de 2015

El procés, esa criatura abortiva.




La iniciativa del Parlament de Cataluña para comenzar de forma inmediata el proceso hacia la independencia, está provocando algunos ríos de tinta, tampoco demasiado caudalosos, además de cierta inquietud en la sociedad catalana y el resto de España. A mi juicio, hay al menos tres razones para que ni la mayoría de catalanes, que todavía conservan el seny, ni los demás españoles, debamos preocuparnos demasiado.
En primer lugar, la falta absoluta de legitimación en las urnas. El proceso recibió una herida de muerte cuando las elecciones autonómicas otorgaron mayoría de votos a quienes se oponían a la independencia. No es que de haber ganado el supuesto plebiscito, que no eran sino unas elecciones como las que se celebran en el resto de comunidades autónomas, el plan hubiera tenido éxito. Pero el haberlas perdido, porque en los plebiscitos solo se gana con mayoría absoluta de síes, ha sido un golpe mortal.
En segundo lugar, el imperio de la ley. Aunque algunos hablen de suspender la autonomía, acudir a las fuerzas armadas y adoptar medidas de excepción, eso no va a ser necesario. Para crear una nación independiente hay unas condiciones mínimas, inherentes al Estado Moderno: reconocimiento internacional, capacidad para recaudar tributos y monopolio de la fuerza. Y ninguna de esas las tienen los promotores de este esperpento, a quienes no recibe ningún líder europeo, les está sacando las castañas del fuego el Estado español, a través de transferencias, para que puedan pagar sus facturas y como única fuerza pública, cuentan con unos mossos que no van a jugarse sus trabajos vulnerando la legalidad vigente. La prueba es que las fuerzas de seguridad del Estado están investigando los delitos de los promotores del procés, sin otro obstáculo que una ridícula multa de aparcamiento, impuesta por un policía local con pocas luces.
Sin olvidar al Poder Judicial, de titularidad estatal exclusiva, encargado por la Constitución de  “juzgar y hacer ejecutar lo juzgado”. Poder que, si en las repúblicas bananeras es utilizado para encarcelar opositores, en los países democráticos tiene la potestad de condenar a quien vulnera la legalidad vigente.
Por último, la ausencia de líderes creíbles para sacarlo adelante. Al frente de este proceso no se encuentra un William Wallace, dotado de liderazgo para entusiasmar a sus partidarios y motivarlos frente a los peligros de la aventura. Por el contrario, nos encontramos con una colección de medianías acosadas por la corrupción. Personajes que ven en la independencia un clavo ardiendo al que agarrarse para escapar de la Justicia, que les acosa por haber saqueado a aquellos mismos a quienes ahora pretenden capitanear para situarlos al margen de la ley.
Cierto que esto no es bueno para nadie, porque las turbulencias políticas no ayudan a la recuperación económica, pero no nos engañemos viendo leones donde sólo hay tigres de papel. Bastó una sentencia del Tribunal Constitucional, por cierto ahora reforzado con nuevos poderes, para echar abajo aquel engendro de Estatut hurdido por Zp. Simplemente manteniendo la calma, desde la firmeza y el poder que da la Ley a quienes están legitimados y, al mismo tiempo, obligados a hacerla cumplir, el proceso se disolverá como un azucarillo. Mientras, sus actores acabarán con los huesos en la cárcel, no como mártires del independentismo, sino como ladrones que penan sus delitos contra las arcas que tenían el deber de administrar honradamente.

jueves, 10 de septiembre de 2015

La ruina de los jeques.




El precio del petróleo se ha desplomado en el último año, pasando a cotizar desde los 100 dólares el barril, a menos de la mitad. Se han dado explicaciones de todo tipo, que van desde la contracción de la demanda china a las exportaciones de petróleo de contrabando de los países árabes en guerra. El carácter coyuntural de estas explicaciones siembra la incertidumbre en el público general sobre el futuro de dichos precios. Si esas circunstancias revierten, el petróleo podría volver a subir, dando lugar de nuevo a un escenario con precios que lastren el despegue económico.

Pues bien, seguramente eso no va a pasar por una razón, el petróleo ya no es lo que era. Cuando estudiaba economía política, allá por el siglo XX, el petróleo se ponía como ejemplo clásico de bien con una demanda inelástica: daba igual lo que subiera el precio, pues la demanda no podía bajar, ya que no había forma de sustituirlo. Todo se movía con petróleo y dejar de consumirlo significaba parar el mundo. No era casual que se le denominara como el “oro negro”. Además, la eficiencia energética y el medio ambiente no eran conceptos que estuvieran al uso.
En el siglo XXI todo eso ha cambiado. Por un lado las energías renovables, que eran poco más que una excentricidad hace 15 años, hoy son una fuente de energía segura y con un enorme potencial de desarrollo (la batería Tesla, presentada hace pocos meses, hace que a los consejos de la administración de las grandes compañías energéticas se les aflojen las piernas). Por otro lado, la eficiencia energética es un elemento clave de cualquier producto industrial que se lanza al mercado. Como botón de muestra señalar, que si el VW GolF GTI de 1999 consumía 8 litros para dar una potencia de 150 CV, el nuevo Golf GTE híbrido solo necesita la quinta parte (1,5 litros) para conseguir 204 CV. Y esto es sólo el principio. Sin olvidar que los avances tecnológicos han permitido hacer rentable la extracción de petróleo mediante técnicas como el fracking a un coste que la hace rentable, pulverizando la teoría del “pico del petróleo”. Sí, esa según la cual el oro negro se iba a acabar, cosa que venimos oyendo de toda la vida.
Ante esto cabe preguntarse si el futuro del petróleo es tan oscuro como su color. Seguramente a corto plazo y medio plazo el petróleo seguirá teniendo un papel protagonista. Pero ese papel sólo lo podrá desempeñar utilizando la única baza que le queda: un precio bajo. Porque cualquier subida no tendrá otro efecto que multiplicar la rentabilidad de las inversiones en fuentes de energía alternativas y las mejoras en eficiencia energética, potenciándolas cada vez más. Es decir, que la subida del precio solo conseguirá el efecto de hacerlo cada vez más prescindible y, por tanto, menos valioso y con una demanda más elástica.
La unión de los factores mencionados, el interés de los consumidores en pagar poco por la energía, el de los fabricantes en producir bienes cada vez más eficientes, la revolución tecnológica en energías alternativas y la impopularidad de los combustibles fósiles, unida a su abundancia por la disminución de los costes de extracción, constituye una alianza demasiado poderosa, que condenará inexorablemente al petróleo a convertirse en el patito feo de las fuentes de energía. Y la única forma que tendrá de hacerse perdonar su fealdad será su bajo precio. Alegrémonos, pues, los que hacemos miles de km. al año, porque el petróleo barato, al margen de alguna circunstancia coyuntural o especulativa, ha venido para quedarse.

jueves, 27 de agosto de 2015

¿El estornudo de China hará que se constipe el mundo?



El crack de la bolsa china se ha contagiado al resto de bolsas mundiales, que ven como sus valores pierden las ganancias acumuladas en el año. Ante eso, muchos se preguntan si el hundimiento de la economía china puede arrastrar a la economía mundial. Algunos incluso dicen que esto no es sino la manifestación de una crisis sistémica a nivel global.Dejemos los catastrofismos a un lado, porque los acontecimientos de estos días eran previsibles. Tan previsibles que algunos lo predijimos mucho tiempo atrás.

Hace ya cuatro años (http://ajustandolasvelas.blogspot.com.es/2011/10/tocara-la-china.html)  cuando China era el centro de todas las miradas de admiración, advertíamos de su próximo declive, basándonos en la existencia de unos parámetros económicos inaceptables en cualquier país desarrollado:enorme desigualdad económica, gobierno dictatorial y gerontocrático; ausencia absoluta de derechos laborales, censura en Internet y una enorme burbuja inmobiliaria.

Y hace dos, (http://ajustandolasvelas.blogspot.com.es/2013/11/la-caida-del-imperio-amarillo.html) predijimos  que, como apuntaban algunos analistas a quienes los árboles no les impidieron ver el bosque, China iba a ser protagonista de una caída sonada y de consecuencias imprevisibles.

Por las mismas razones que entonces, podemos afirmar, sin demasiado temor a equivocarnos, que la caída del gigante amarillo no va a suponer la caída de Occidente. Y no son otras que el que la economía china es radicalmente distinta a las occidentales. China no deja de ser una sociedad con una economía industrial propia del siglo XX, basada en una mano de obra barata y poco cualificada, incapaz de competir en los sectores punteros del siglo XXI, que requieren un uso intensivo del conocimiento. Uso que además es poco compatible con la falta de libertad de China y su estado hiperintervencionista, que sigue restringiendo a sus ciudadanos el acceso a Internet.

Además, China, a pesar de permanecer anclada en la sociedad industrial cuando el mundo camina con paso firme por la Sociedad de la Información, ni siquiera es estrictamente una potencia industrial. Claro que produce una ingente cantidad de cosas, pero son de poco valor, producidas por encargo u obsoletas, cuando no burdas copias. Basta con ver los automóviles chinos para darse cuenta del estado de su producción industrial.

Es cierto que en una economía global el mundo está conectado. Pero si nadie se sorprendía hace unos años cuando lo países emergentes vivían momentos de esplendor mientras las economías desarrolladas pasaban la mayor crisis desde 1929, no debe sorprendernos que hoy las economías occidentales estén en pleno proceso de crecimiento mientras China y los emergentes son presa de un declive originado por sus problemas estructurales. Problemas que persistirán porque, por mucho que se empeñe el gobierno chino en adoptar medidas intervencionistas en forma de devaluación y similares, esas medidas no podrán tapar la realidad: China es un gigante con pies de barro.

Por ello, aunque no es una buena noticia que el gigante chino se desplome sobre sus débiles pies, tampoco debemos tomarlo muy a pecho. No se trata de alegrarse del mal ajeno, pero en este caso puede tener incluso consecuencias positivas, en forma de bajada de materias primas, consecuencias que debemos aprovechar para ser más competitivos.

Seguramente tendremos un período de turbulencia bursátil, pero no va a ser comparable al de las bolsas orientales, que se han desplomado un 50%, mientras que las occidentales no llegan al 10%. Así que dejemos de preocuparnos por los estornudos ajenos y sigamos a lo nuestro, porque las cotizaciones bursátiles reflejan, sobre todo, el esfuerzo de quienes trabajan en las empresas cotizadas.

lunes, 4 de mayo de 2015

Ciudadanos o la nada.



Con la crisis presunta de los partidos tradicionales de “la casta”, asistimos a un nuevo panorama donde florecen alternativas de todo tipo y condición. Incluidas propuestas chavistas, que amenazan con llevarse por delante el orden establecido y nuestro modelo constitucional que, tras haber conseguido una transición modélica, es tachado ahora de fraudulento y franquista por los discípulos del bolivarianismo.

Con el deshinchamiento de Podemos surge otra burbuja (definitivamente España es un país de burbujas) liderada por Albert Rivera. Reconozco que la nueva alternativa es más atractiva que la anterior. No en vano, al coletas se le veía a la legua la caspa ególatra y totalitaria, como decíamos en un post de julio del año pasado. En cambio, a mí Rivera me gustó al principio: su verbo fácil, su valentía y su aparente honradez eran un soplo de aire fresco entre la inmundicia que afloraba en el mundo de la política.

Pero, al ver su incipiente estructura, se me han caído los palos del sombrajo. Resulta que, entre los cuadros de Ciudadanos, nos encontramos con una brillante colección de deshechos políticos de toda ideología y condición, incluyendo viejas glorias y algunos de los mayores  arrimateguis (en euskera, los que se  arriman al poder) del panorama nacional. Así, la candidata que más cerca me cae, la extremeña, es una veterana profesional del transfuguismo. Pero es que resulta que en Andalucía, y algunos sitios más de los que tengo referencias, se dan las mismas circunstancias.

"Bueno -dicen algunos- es lógico que al faltar estructura se cuelen indeseables, aunque el proyecto es muy bueno”. El problema es que hay muchos indeseables y que los proyectos los hacen las personas. También se dice que la cúpula central son unos tipos brillantes, y te citan a Luis Garicano y al propio Albert.  Garicano tendrá un gran currículum académico (la London School of Economics y todo eso) pero reconozco que me parece un pedante que presume de tener la solución a la economía del país en la cabeza, cuando no ha gestionado ni una tienda de chucherías. En cuanto a Rivera, tras ver su historial en la Wikipedia, lo único que me ha quedado claro es que es un profesional de la política, otro más. Eso sí, ganó el concurso de debates nacional universitario, lo que explica que tenga respuesta para todo.

Empiezo a pensar en una fantástica operación de marketing que, en vez de envolver un producto tan apolillado como el que vendía Podemos, promociona otro distinto, aunque también conocido: la nada. Porque nadie sabe en qué consiste el proyecto de Ciudadanos, fuera de anécdotas como legalizar la prostitución o sustituir el AVE por un Silicon Valley. No sabemos si son liberales o intervencionistas, si subirán o bajarán los impuestos o las pensiones, si flexibilizarán o endurecerán el despido. En la página web dicen que son socio-liberales y socialistas democráticos, lo que es tanto como mezclar el agua y el aceite. Para el gran público, que no lee su página, dicen que son de centro, como todos. Lo curioso de los partidos que han venido a acabar con el bipartidismo es que, a fuerza de querer ocupar todo el espectro político no mojándose, pretenden sustituirlo por el monopartidismo. Con un par!

La impresión que me da es la de un partido donde, como el Iznogud de los comics de Goscinny, al final lo único que pretenden es “ser califas en lugar del califa”.

Para remate, nos enteramos de que en Andalucía, ejemplo de corrupción institucional, el candidato de Ciudadanos se ofrece a apoyar la candidatura de Susana Díaz a cambio de la firma de un “pacto anticorrupción”, que contempla, entre otras cosas, el cambio del Código penal o de las normas de financiación de los partidos. Y eso estaría muy bien si no fuera porque las autonomías no tienen competencias para modificar esas materias, lo que nos lleva a pensar que, o bien los de Ciudadanos son unos completos aficionados y no se enteran de qué va la película, o bien se enteran perfectamente y nos venden humo para tocar poder.

Me llama mucho la atención esa querencia de los españoles a dejarse seducir por cantos de sirena, sin molestarse en investigar si el canto conduce al paraíso o a las rocas y el abismo, como las de Ulises. Yo, por si acaso, me voy a poner cera en los oídos y seguiré expectante a ver en qué consiste este invento. Porque entre el bipartidismo y el monopartidismo de la nada, me quedo con el bipartidismo. Será que me hago mayor, pero los experimentos políticos los prefiero con gaseosa.
 
"Timeo nadaos et dona ferentes" (desconfío de los griegos aunque vengan con regalos)
                                                                -Virgilio-

domingo, 19 de abril de 2015

Tenemos los políticos que nos merecemos?




Los españoles andamos en perpetuo sobresalto ante el rosario de casos de corrupción que no dejan de saltar a la primera plana de los medios. Y, como beatas ante la aparición de la furcia del pueblo en misa de 12, nos echamos las manos a la cabeza pensando en qué país vivimos.

Yo dejaría de preocuparme por la detención de los corruptos cogidos con las manos en la masa, pues ese es el mejor síntoma de la existencia de un Estado de Derecho. Me preocuparía más de la parte que nos toca a cada uno en este circo de inmoralidad en el que nos hemos movido estos años y en las causas que lo han motivado. Porque pensar que, unos cuantos políticos sinvergüenzas, han estado robando la cartera a toda la ciudadanía inocente es, además de una simpleza, un ejercicio de hipocresía para tranquilizar nuestras conciencias, pero no contribuye a limpiar el patio de la podredumbre que lo cubre. El colmo del cinismo es tratar de ligar la corrupción a unas siglas concretas cuando aquí, desde el primero al último que ha tenido ocasión de trincar, lo ha hecho. Bueno, alguno de los nuevos lo hizo antes de tener ocasión, que ya es para nota.
Lo cierto es que una gran mayoría, por acción u omisión, hemos sido partícipes de la corrupción. No son más corruptos Chávez o Griñan que los centenares de beneficiarios de los EREs falsos, que se llevaban a casa una indemnización por despido de un trabajo que nunca habían desempeñado y una pensión vitalicia sin cotización previa. Ni lo es más el ex-ministro Mata, o los políticos valencianos que adjudicaba contrataciones bajo comisión, que los empresarios que las pagaban y los subcontratistas que sabían para quien trabajaban. Tampoco cabe dejar de lado a los golfos sindicales y patronales, tanto de la cúpula como de la base, que han colaborado a esta España de ni-nis metiéndose en el bolsillo los fondos de formación, mientras se quejaban de la falta de empleo y mano de obra cualificada. Por no hablar de la multitud de enchufados a dedo, sin otro merecimiento que un currículum en blanco, por esos políticos ahora en la picota. Y, por supuesto, no olvidemos a los familiares y votantes de todos los anteriores.
En cuanto a las causas que nos han llevado a esta situación, sería demasiado simple designar una sola. Se me ocurre en primer lugar la caída en desuso de los viejos principios de honradez, esfuerzo y mérito, que nuestros mayores tenían interiorizados. Ellos sabían de la necesidad de esforzarse para conseguir las cosas y no entendían de atajos, “pelotazos” y demás subterfugios para forrarse sin justificación alguna.
Muy unido a lo anterior está la nueva tendencia de considerar que la sociedad todo nos lo debe por “dignidad”, desde un trabajo acorde a nuestros deseos, a una vivienda en propiedad con el agua, la luz y la calefacción pagadas. El colmo de ese disparate es considerar que los demás, sí, porque “la sociedad” son los demás, están obligados a proporcionarnos un sueldo sin necesidad de que movamos un dedo para ganarlo.  Demoledora una frase de Díaz Villanueva que decía que “una sociedad que llega a plantearse algo tan disparatado como la renta básica es que se encuentra en estado terminal, es que ha definido ya con precisión la línea que separa a los zánganos de los obreros”. Porque la renta básica supone la sustitución del principio tradicional según el cual “el trabajo dignifica al hombre” por otro que sonrojaría a nuestros ancestros: “lo que dignifica al hombre es vivir bien, aun a costa del esfuerzo de los demás”.
A ver si va a resultar que los españoles, sustituyendo los valores individuales por esos valores colectivos que a tan poco obligan, hemos conseguido que España sea un país poco honrado que tiene los políticos que se merece. Dejemos de escandalizarnos por los políticos corruptos que entran en prisión y procuremos escandalizarnos ante los corruptos, políticos o no, que andan a nuestro alrededor o dentro de nosotros. No nos precipitemos en tirarle piedras a la pecadora pública que trastorna nuestra paz de espíritu, que eso es misión de los jueces, y hagamos un poco de examen de conciencia, no vaya a ser que al final tengamos que darnos con la piedra en la cabeza.

domingo, 8 de febrero de 2015

La caída de Podemos.


 

Hace siete meses, en plena efervescencia de Podemos, escribía en este blog, http://ajustandolasvelas.blogspot.com.es/2014/07/miedo-podemos-quien-dijo-miedo.html , las razones por las que no había que tener miedo al triunfo de este nuevo fenómeno: la diferencia entre España y las repúblicas bananeras caldo de cultivo de los regímenes populistas, la poca representatividad de las elecciones europeas,  la falta de una estructura orgánica, la debilidad de su líder, la impredecibilidad de las redes sociales y la falta de una estrategia inteligente y a largo plazo.
Pues bien, mis predicciones se han ido cumpliendo en un plazo mucho más corto del que esperaba. Así, hemos visto la verdadera cara de Pablo Iglesias, un ególatra cansino y poco original (desde su lema, “yes, we can”, a sus muletillas, “casta” o “tic,tac,tic,tac”, son copiados) que en su soberbia se permite insultar a los periodistas que le hacen preguntas molestas. No puedo imaginar lo que se diría si Rajoy, Pedro Sánchez o Rosa Díaz se atrevieran a llamar Don Pantuflo a un entrevistador que les incomodara.
También hemos comprobado su incapacidad de concurrir a las elecciones municipales por falta de un equipo de gente presentable, justificado con  la curiosa teoría de no presentar candidatos para “preservar la marca”. Su intento fallido de fagocitar a IU en Madrid no era otra cosa que tratar de suplir esa carencia. Y su gran acto de afirmación en Sol ha constituido un sonado fracaso de asistentes, tanto en su número (50.000 cuando esperaban 500.000) como en su género (allí no estaba la ciudadanía corriente, sino una multitud de frikis antisistema y republicanos trasnochados).
Del vuelco de la corriente de opinión favorable a Podemos en las redes sociales son buena muestra hastags como #PodemosNoGanara #Casta20015 #MonederoCorrupcion y otros que han sido trending topic. En este sentido, ver las disparatadas opiniones en las redes de Circulos como el de Anchuelo, Podemos Vallekano y otros, ha sido muy clarificador de la clase de gente que apoya a Podemos.
En cuanto a su estrategia de arremeter contra todos y todos, calificando de casta o fascista a cualquiera que opinara de forma distinta a ellos, ha conseguido unir a muchos periodistas, empresarios  y ciudadanos en un frente común antipodemos, que les está plantando cara con bastante éxito.
Este cambio de tendencia se ha visto enormemente favorecida por un aspecto que se ha ido revelando en las últimas semanas: los líderes de Podemos no han necesitado tocar poder para corromperse, porque ya venían corruptos de casa. Efectivamente, el cuarteto de ases que encabeza el movimiento está compuesto por cartas marcadas: Pablo Iglesias con su productora camuflada de ONG que facturaba y pagaba sueldos en negro, Errejón y su beca fraudulenta, Tania Sánchez, la consorte en proceso de imputación,  adjudicando a sus hermanos y a sí misma contratos y subvenciones a dedo y, el más destacado de todos, el ideólogo Monedero, cobrando de regímenes totalitarios cantidades millonarias que no declaraba a Hacienda. Por eso no creo que ni las elecciones europeas ni los favorables resultados de la encuesta del CIS de enero, elaborada con anterioridad a los escándalos del movimiento, sean  muy representativas de su verdadero músculo.
Es cierto que en su arsenal cuentan todavía con dos armas poderosísimas: la envidia española y la estupidez universal. La envidia de quienes, incapaces de sobreponerse a las adversidades que hemos padecido, ven la solución en el mal de los que están en mejor situación que ellos, y prefieren un país hundido para consolarse con el mal de muchos. Y la estupidez de los que, legítimamente indignados con nuestros políticos,  son capaces de excusar a Podemos por comportamientos inmorales idénticos a los de “la casta”; justificar la irrealidad de sus propuestas con argumentos tan surrealistas como “tranquilos que si llegan al poder no van a hacer todo lo que dicen”;  pretender que pueden conseguirles un empleo los mismos que en sus productoras y empresas no tenían un solo trabajador dado de alta; o pensar que las propuestas ideológicas que han llevado a Venezuela a la más absoluta miseria van a conseguir llevar a España a la prosperidad.
A pesar de ello, sigo confiando en el sentido común de la mayoría de los españoles, de todas las ideologías, que están siendo capaces de levantar un país hundido económica y moralmente, contra viento, marea y políticos, y hacer que hoy sea titular en la prensa europea como motor de la Eurozona. Porque Podemos es como las olas que, antes de morir en la playa, levantan mucha espuma pero tienen hueco el interior. Permanezcamos atentos para que no nos arrastre al romper.